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Actualizado: 19 de julio de 2025
Pero de pronto recordaba sus preocupaciones, y seguía adelante para dirigir sus ruegos á Dios. ¡Ay, que se acordase de ella! ¡Que no olvidase á su lujo por mucho tiempo!... Fué la gloria la que se acordó de Julio, estrechándolo en sus brazos de luz. Se vió repentinamente con todos los honores y ventajas de la celebridad. La fama sorprende cautelosamente por los caminos más tortuosos é ignorados.
Tres mañanas llevaba Pepe de buscar tomos para juntar los de distintas obras, colocando éstas luego lo mejor posible, cuando al cuarto día, estando en el despacho despidiéndose de don Luis, oyó de pronto abrir cautelosamente una puerta a su espalda y una voz de mujer preguntó: ¿Puedo entrar? Era la señorita del retrato, la de la pluma color de rosa.
Miró y no vio nada en la negra boca. Oía, sí, los gruñidos de Choto que corría por la vertiente en derredor, describiendo espirales, cual si le arrastrara un líquido tragado por la espantosa sima. Trató de bajar Teodoro y dio algunos pasos cautelosamente. Volvió a gritar, y una voz le contestó desde abajo: Señor.... Sube al momento. No recibió contestación. ¡Que subas!
Ya estaba cerca el enemigo: era posible que se arrastrase cautelosamente, fuera de la senda, entre las ramas de los tamariscos. Se incorporó, requiriendo la escopeta, buscando en su faja el revólver. Tan pronto como oyese un grito de reto o un temblor en la puerta, se echaba ventana abajo, y dando vuelta a la torre, cogía al enemigo por la espalda. Pasó más tiempo... ¡Nada!
Vio claramente el bulto negro del enemigo inmóvil ante el punto de mira de su revólver. Le vio cada vez más turbio, más indeciso, como si la noche se obscureciese por momentos. Avanzaba cautelosamente, también con un arma en la mano, sin duda para rematarlo.
El consejero vigilaba al joven por medio de sus numerosos devotos que le seguían cautelosamente por la noche hasta la casa azul. ¡Qué escándalo! exclamaba doña Bernarda. ¡De noche también! ¡Acabará por traerla a esta casa! ¿Pero es que esa boba de doña Pepita no ve nada de esto?
La he visto entrar cautelosamente en su camarote, como una gata estremecida, y llegar después de ella al barón belga... Y el otro busca que busca. ¡Lo más divertido!... Pero ¿qué tiene usted? ¿Por qué esta triste?... Fernando experimentó un deseo egoísta de comunicar su desaliento y su amargura a este amigo regocijado. Soy un miserable que siente asco de sí mismo. Un verdadero miserable.
Palabra del Dia
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