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Actualizado: 19 de junio de 2025
La suerte quiso que mientras el ladrón acercaba cautelosamente la hojarasca húmeda, cuatro o cinco abejas se posaran en su mano, sin picarlo. Benincasa cogió una en seguida, y oprimiéndole el abdomen constató que no tenía aguijón. Su saliva, ya liviana, se clarificó en milífica abundancia. ¡Maravillosos y buenos animalitos!
Y luego, más tarde, allá por la madrugada, cuando preocupado él con su viaje cerraba las maletas en su cuarto, oyó en el silencio de la noche moverse la llave en la cerradura: salió al punto y encontró a su madre a medio vestir, descalza, que venía cautelosamente de puntillas a mirar por el ojo de la llave. ¿Qué es eso, mamá?... ¿Tiene usted algo?
Mas D. Primitivo no quiso perder el viaje y acercándose cautelosamente á él, sin darle aviso alguno le encajó toda el agua en mitad del rostro. Octavio quedó un instante sin respiración. Muuuchas gracias, D. Primitivo... No... había necesidad...
Abandonaba a sus amigos para facilitarle la ocasión de una entrevista a solas. Sin duda iba a esperarle abajo, en el salón de baile. Tardó algunos minutos en seguirla, queriendo imitar esta prudencia, y al fin, después de mirar a un lado y a otro, abandonó la mesa, deslizándose por la escalera cautelosamente, cual si quisiera pasar inadvertido.
Se había tapado los oídos una tarde que cautelosamente se acercó a las ventanas del salón, cuando ella estaba en el piano y él de pie mirándola lo mismo que un tenor... ¡Y decían que esta infeliz, igual a una doncella de servicio, había sido una mujer hermosa y una grande artista!... ¡Y todos los éxitos de Ojeda en el buque consistían en haber inspirado tal pasión!... Debía felicitarlo por su buena suerte.
Miguel, interesado y afanoso por saber el resultado de aquella aventura, no perdió de vista al cura un instante: viole sentarse a la mesa y no probar apenas bocado. Marroquín comió como si tal cosa. Concluida la cena, el cura subió a su cuarto y se estuvo allí un ratito: después salió cautelosamente y subió a la boardilla.
Y mezclándose cautelosamente entre los combatientes sin ser percibido por Toribión arrastró á su amigo fuera de la pelea y echándoselo luego sobre los hombros lo condujo hasta el pórtico.
Luego se iban a otro sitio. Isidora, sentada junto a un tronco, se quedaba meditabunda, mirando por un hueco del ramaje las blancas masas de nubes que avanzaban sobre lo azul del cielo con soberana lentitud. Miquis cogía una rama seca, y acercándose cautelosamente por detrás de la joven, se la pasaba por la cara y decía con voz lúgubre: «¡La mano del muerto!».
Por otra parte, éste podía salir de un momento a otro al corredor y encontrarse con él, lo cual era peor. ¿Qué hacer? No vio medio más adecuado de salir del apuro que, montar cautelosamente sobre la baranda y descender al suelo por la parra, agarrándose con pies y manos, como había hecho otras veces para probar el progreso de sus fuerzas y agilidad. Una vez en la calle, corrió a casa de Rosa.
Un silencio temeroso le salió al paso, y ya iba a retroceder asustada, cuando oyó unos quejidos lastimeros detrás de una puertecilla. Eran ayes y juramentos de una voz estridente y amarga. Empujó Rita la puerta con recelo, cautelosamente, y vió en un cuarto hondo y destartalado una cama estremecida por un cuerpo tremuloso.
Palabra del Dia
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