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Actualizado: 16 de octubre de 2025
Así Minerva ahuyenta a las Furias y devuelve a Orestes la paz del alma, y así Prometeo es libertado y salvado por el hijo mismo del dios que tan horriblemente le castigaba. Hace ya tiempo que escribí un artículo dando cuenta al público español de las novelitas llamadas Academias, que ha escrito el literato uruguayo D. Carlos Reyles.
No lamia la mano del dueño; no lamia sus piés; sino un palo que le lastimaba y que le heria; pero que era el palo con que le castigaba el que le daba de comer. Víctor Hugo ha dicho: La virtud que en el mundo está en destierro, Hombre no pudo hacerse ... y se hizo perro. =Dia duodécimo=. Bustos de azúcar y de chocolate. Hombres que no debian comer. Apuros.
Era menester no perder un instante y no olvidar que la responsabilidad de España ante el Señor era mucho más grave que la de cualquier nación de la tierra, pues todo la señalaba como al pueblo elegido, como al moderno Israel. El Altísimo manifestaba su elección, no sólo en los triunfos que le acordaba, sino también en las plagas y desastres con que castigaba sus desfallecimientos.
Después el héroe dio una vuelta por la calle de Toledo y plazuela de la Cebada, porque oyó decir que había agitación en aquellos barrios y gustaba de curiosear. Un espectáculo horrible le detuvo en su excursión. Vio asesinar cruelmente a un chico por echar tierra en las cubas de los aguadores. Esta travesura frecuente entonces, se castigaba comúnmente a pescozones.
Entre los griegos continué libro en mano, no es ya el infierno lo que se tiene en perspectiva, sino el Código Penal. Parece que en toda la Grecia el matrimonio era obligatorio, no sólo para la mujer sino también para el hombre y para el tutor de la mujer. La ley castigaba... A las jóvenes recalcitrantes que... Que se negaban a escuchar a su abuela... Es posible.
Los castigaba como si quisiera vengarse en ellos de persecuciones sufridas por sus ascendientes... Cuando Bobadilla llegó a la isla, enviado por los reyes en vista de las súplicas y quejas de los colonos, el Almirante había ahorcado en la semana anterior siete españoles, cinco más estaban en la fortaleza de Santo Domingo esperando el instante de morir con la cuerda al cuello, y su hermano el Adelantado tenía otros diez y siete metidos en un pozo, para enviarlos igualmente a la horca.
Debía besar el suelo humildemente ante las imágenes de Nuestra Señora del Carmen, y depositar, asimismo, su ósculo en el escapulario de los religiosos para ganar indulgencias. Después de la primera comunión la rigidez aumentó. Doña Guiomar castigaba ahora su falta más mínima con penitencias monásticas, inculcándole el desprecio del mundo y el terror al pecado.
La persona de Dios representábasele terrible y ceñuda, más propia para infundir respeto que cariño. Todo lo bueno venía de la Virgen María, y a la Virgen debía pedirse todo lo que han menester las criaturas. Dios reñía y ella sonreía. Dios castigaba y ella perdonaba. No es esta última idea tan rara para que llame la atención.
Sabed que haríais morir de envidia a muchos obispos. ¿Eso dijo? Cabal. Paciencia, Martín. Ramiro meneó la cabeza con un gesto de enfado. Pasó un monje franciscano montado en un borrico ceniciento. Santa leticia brillaba en su rostro. Su desnuda pierna vellosa asomaba por debajo del sayal. Castigaba a su caballería con un gajo de bardaguera.
En pocas zancadas me trasladé a la del Fideo, donde residíamos, y mi amo, al verme entrar, me reprendió por mi larga ausencia. Si aquella falta hubiera sido cometida ante Doña Francisca, no me habría librado de una fuerte paliza; pero mi amo era tolerante, y no me castigaba nunca, quizás porque tenía la conciencia de ser tan niño como yo.
Palabra del Dia
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