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Actualizado: 1 de julio de 2025
Déjeme, señor, sosegada; no trate de sacarme de mis casillas. ¡Jesús!, bonita se pondría doña Inés sí llegase a entender que vuecencia andaba requebrándome y que yo le oía faltando al decoro que se debe a esta casa tan respetable. Y con estas palabras o con otras por el estilo se apartaba Juanita de don Andrés y se iba a otro extremo de la antesala.
Porque las que menos afectuosas y tolerantes se habían mostrado con el niño, eran más extremosas ahora con el hombre. Esto sacó de sus casillas a D.ª Eloisa, D.ª Teodora y D.ª Marciala, que le trataron siempre con dulzura y hasta con mimo. Comenzaron los preparativos para la primera misa. Fue un certamen de primores entre ellas.
Era un pedazo de papel fino con el contorno dibujado del Mediterráneo. Todo el mar estaba cuadriculado como un tablero de ajedrez, y en el centro de las casillas había un número de orden. Estos cuadrados eran sectores, y sus números servían para hacer saber á los submarinos, por telegrafía sin hilo, los lugares donde podían aguardar á los buques aliados, torpedeándolos.
En tanto, don Quijote se encerró con Sancho en su aposento; y, estando solos, le dijo: -Mucho me pesa, Sancho, que hayas dicho y digas que yo fui el que te saqué de tus casillas, sabiendo que yo no me quedé en mis casas: juntos salimos, juntos fuimos y juntos peregrinamos; una misma fortuna y una misma suerte ha corrido por los dos: si a ti te mantearon una vez, a mí me han molido ciento, y esto es lo que te llevo de ventaja.
En realidad añadió Francisca viendo que había ido demasiado lejos, estoy hablando en broma. Me sacáis de mis casillas con vuestros gustos de celibato. Es horrible volverse un ser ridículo, malo, maldiciente y charlatán... una sobra. Yo no creo ser una sobra protestó vivamente Genoveva. Tú, puede que no concedió con generosidad Francisca, pero las demás... Dios mío, no es ese mi ideal.
A la manera que el jugador saca las piezas del ajedrez y las va poniendo sobre el tablero de casillas blancas y negras, así fue sacando sus ideas. Tenía por pareja a sí mismo en aquel juego... «Adelante un peón». «¡Te has lucido! ¡Campaña como esta...! ¿Cuánto tiempo hace que estás en España? A poco más, año completo. ¿Y para qué? Para nada. ¡Pobre hombre!
Entonces negoció con el Gobierno, y luego que el Gobierno le ofreció su apoyo, a fin de derrotar al diputado de D. Paco y elegir en lugar suyo al ya nombrado D. Jaime Pimentel, D. Acisclo se afanó por convertir su minoría en mayoría, trayendo a sí a los neutrales y vacilantes, y procurando, sobre todo, sacar de sus casillas y lanzar en la lucha a no pocos que jamás quieren votar ni mezclarse en política, tal vez porque no ambicionan empleos.
Siguió una disputa larga entre ambos, viva y descompuesta por parte de Ramoncito, tranquila y sarcástica por la de Cobo, que se gozaba en sacar a aquél de sus casillas. No poco se divertían también los presentes, poniéndose unos de parte del concejal y otros de su competidor para más prolongar el recreo.
Escribió una mañana a Juana, diciéndole que iría a verla, salvo contraorden, a las tres de la tarde, porque tenía que confiarle algo muy importante y agradable. Juana, algo intrigada con aquel misterio, la esperó a la hora indicada. Viola entrar en su gabinete con un sirviente portador de una de esas casillas de mimbre, adornada con cordones, franjas y borlas, que se usan ahora para los perros.
Me aproximé, y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. ¡Los muertos habían jugado una partida de ajedrez! Sí, allí en el rincón, sobre la loceta blanca, estaba un blandón, y enfrente de él, salvada una hilera de cuadros, y ocupando sus respectivas casillas, un jarrón, un candelero pequeño y uno de los perfumadores, éste el más próximo al muro.
Palabra del Dia
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