United States or Faroe Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Pero estas lágrimas serán dulces como lo son siempre las que el arte nos hace llorar. Esto dijo el bardo del ministerio de Ultramar con voz ronca. Carlota le miró con ojos coléricos; pero Mario, trastornado por el dolor, se abrazó a él sollozando. ¡Gracias, D. Dionisio, gracias! No lo dude usted, amigo Costa.

Inmediatamente, lo mismo él que Carlota, a una señal, mitad amable mitad imperiosa, de la notabilísima señora, fueron a sentarse, formando como los demás círculo en torno de ella. Pasados algunas instantes se dignó dirigirle desde su alto sitial las siguientes palabras: Ha llegado a mis oídos, Sr. Costa, que es usted un escultor muy distinguido.

Eso es... No lo he juzgado conveniente corroboró D. Pantaleón dirigiendo una mirada tímida a su mujer. Presentación hizo un mohín de desdén y se volvió hacia Mario y Carlota. Pero juzgando que era ya tiempo de dejarlos abandonados a propios, entabló conversación con una señora que se refrescaba con grosella en la mesa inmediata. ¿Qué es eso, D.ª Rafaela, no lee usted hoy La Correspondencia?

Fausto, Margarita y Mefistófeles, y Werther y Carlota, en la literatura alemana, y sólo D. Quijote, Sancho, Dulcinea y D. Juan Tenorio, en la española, son los personajes que por la notoriedad, la fama, y el fulgor glorioso, pueden compararse a los personajes de Shakspeare, en las otras literaturas europeas.

Quedó solo al fin. El corazón no le cabía en el pecho. Permaneció un instante inmóvil contemplando la puerta, por donde acababa de desaparecer, la última, su gentil Carlota. Y bajando de pronto desde las nubes de oro y rosa donde se mecía a esta tierra prosaica, se dirigió a la mesa del rincón, donde sólo se hallaba ya Adolfo Moreno. El salto no podía ser mayor.

La casa estaba llena ya de adornos esculturales: cabezas, brazos, torsos, andaban diseminados sobre las mesas y cómodas o colgados de la pared. Carlota sentía un desprecio profundo hacia estos cachivaches aunque se abstenía de manifestarlo abiertamente por miedo de disgustar a su marido.

Abre el paraguas, Carlota dijo Presentación por lo bajo. Pero no tan bajo que no llegase como un rumor a los oídos del joven.

Le vamos a dar la muerte encerrándolo en un manicomio. ¡Dejadlo al pobre! ¿Quién sabe si irá mejorando poco a poco hasta ponerse enteramente bueno? Con un par de criados que le vigilen día y noche todo queda arreglado. Pero Carlota no quería oír de este arreglo. Su temperamento sano, equilibrado, rechazaba con profunda aversión toda insanidad del espíritu.

Llegó a tal extremo, que Mario ¡pobre muchacho! consintió en rezar con Carlota algunos padres nuestros para obtener un resultado favorable.

De este modo las carcajadas fluían sin cesar. Mario se dejaba caer contra los quicios de las puertas y se quitaba el sombrero y se apretaba el estómago para no reventar de risa. Casi otro tanto le pasaba a Carlota. Ambos repetían a cada instante: ¡Dios mío, lo que se va a reír Rivera! De esta suerte caminaron alegremente la vuelta de su casa.