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Actualizado: 28 de noviembre de 2025


Caragòl predicó moral al hijo de Ferragut; una moral á su modo, interrumpida por frecuentes caricias al vaso. Estevet, hijo mío, respeta mucho á tu padre. Imítale como marino. bueno y justiciero con los hombres que mandes... pero ¡huye de las mujeres! ¡Las mujeres!... No había tema mejor para su elocuencia de ebrio piadoso. El mundo le infundía lástima.

Santo nido hecho de flores y fragancias maternales de caricias, de ternuras y sedientas calenturas Por el bien de los mortales! ¡Corazón que guarda dentro el calor de las canciones que palpitan en los tristes corazones, que es altar, estuche, y centro de noblezas olvidadas y de hidalgas compasiones! ¡Ruiseñor enamorado de los cánticos del arte! ¡Corazón!

El mocetón, aturdido por estas caricias y asustado por las heridas superficiales que notaba en el rostro de la joven, preguntó con ansiedad: ¿Le he hecho daño, miss Rojas?... ¿No es cierto que he tirado el lazo menos mal que otras veces?... Los dos le ayudaron á montar, y marcharon junto á su caballo con dirección al rancho de la India Muerta.

Lloró como las tigresas deben llorar a sus cachorros. Arrancó el cuchillo de una grande y profundida herida que ya no sangraba; cogió en brazos a aquel hermoso cuerpo inanimado y le colmó de caricias locas. Si las almas pudiesen partirse en dos, ella hubiera resucitado a sus expensas a su querida Honorina. La cólera sucedió bien pronto al dolor.

Y gracias á la penosa sensación que en todos produjo la carambola, no hubo un lance entre los dos jabalíes rivales, que se quedaron pasmados al ver sangrar por las narices al buen señor, y al oirle decir, mientras salía de la bodega acompañado de don Silvestre y de su ama, que bufaban de rabia: Esto debí yo haberlo previsto; pues á quien entre bestias anda, tales caricias le esperan.

Y antes de que siquiera tuviese el tiempo de sospechar mi intención, me apoderé del arma, que tenía oculta entre varios libros. Ahora no se matará usted, no afrontará la ira de Dios, y podrá usted también correr en busca de nuevas caricias. Desde ese momento ya no la reconocí.

Como Beatriz no le contestase y siguiese llorando, Inesita se inclinó sobre el sofá en que estaba echada Beatriz, y volvió a hacerle las mismas preguntas, acompañadas de besos y caricias. Beatriz no pudo ya resistirse; sentía además necesidad de desahogar su corazón, e incorporándose y teniendo a Inés a su lado, dijo con un suspiro: ¡Qué desgraciada soy, Inés! ¿Qué sucede? interrumpió ésta.

Cuando pretendía agradar, cuando ponía empeño en seducir, aquellos ojos claros, parados, se animaban súbitamente, trocándose de inocentes en maliciosos, y aquellos labios blanquecinos que ligeramente se mordiscaba con un movimiento imperceptible, tomaban color de cereza soleada: entonces sonreía de un modo delicioso; la falsa indiferencia, el abandono fingido, se convertían en laxitud estudiada que parecía pedir mimos o prometer caricias, y la mujercita insignificante, el ser débil, quedaban transformados en sirena de ocultos y peligrosos encantos.

Y lo besaba con furia, lo aturdía con sus caricias, para disipar el mal recuerdo y recompensar al mismo tiempo la molestia reciente. Hizo responsable a su hermano de esta cólera de Ojeda, evocadora de malos recuerdos. Aquel imbécil sólo había nacido para hacerle daño.

El que la hubiese visto retozar locamente y correr de un lado á otro, ora ocultándose de Pepito, ora persiguiendo á Enriqueta, ora llevando entre sus brazos á Emilia para sustraerla á las caricias de sus hermanos, no imaginaría seguramente que pocos momentos antes derramaba copioso y amargo llanto.

Palabra del Dia

vengado

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