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Actualizado: 10 de noviembre de 2025


Por los mismos dolores que sufríste, por lo que has de sufrir seca tu llanto, y a la pálida novia que a viene, sedienta de tu amor, abre los brazos. A tu puerta ha llegado sonriente, como una virgen rústica, temblando, a ahuyentar tus tristezas dolorosas con la caricia de sus dedos blancos.

Después, acercándose más á su amante y empinándose sobre la punta de los pies, le dió un beso claro y sonoro en la mejilla. Pedro la estrechó contra su corazón. Era la primera caricia que se hacían desde que salieron de casa. Poco trecho necesitaron andar para colocarse sobre el mismo corte de la Peña.

El astuto Antonelli había atado para siempre a Bismarck con hilo de araña. Jacobo, sin hacer una sola caricia a la niña, despidióse fríamente, y Monina le miró marchar, chupándose, con altivez de dama ofendida, tres dedos al mismo tiempo.

El Nacional, conmovido aún por la cogida del maestro y su tremendo batacazo, quería saber si sentía dolores y si era asunto de llamar al doctor Ruiz. Na: una caricia na más... A no hay toro que me mate.

Beatriz gimió sin poder esquivarse, mientras Ramiro sentía correr por su cuerpo sobrehumano deleite. ¡Al fin lograba la ansiada, la soñada caricia! ¡Era el beso de ella, el beso de Beatriz, tantas veces imaginado! Pero, de pronto, en medio de aquel loco transporte, un relámpago de razón brilló en su cerebro. La realidad acababa de herirle de súbito. Fue algo espantoso.

Entonces recordaba don Braulio y analizaba en su mente toda caricia, toda palabra de amor, toda señal de simpatía, y pugnaba por descubrir en ello lo que sólo procedía de amor, apartando lo que del deber, unido a la bondad y hasta a la compasión, acaso procedía.

Ahora contemplaba una catarata luminosa y espumeante rodando en el fondo de su ensueño, y podía al fin caminar, aproximarse a ella, viéndola a cada paso más grande, sintiendo en su rostro la fresca caricia de la humedad. En medio del estrépito de esta caída líquida llegaban a su oído apagadas voces humanas.

Le veía siempre tan tranquilo, tan sereno, tan dispuesto a todo, con su fisonomía amable, de rasgos un poco fríos, la mirada impertinente para todos los que no eran sus amigos, y aquella sonrisa rápida y seductora de la cual sabía hacer oportunamente tan pronto una caricia como un arma ofensiva.

El calor del sol les parece más dulce que un manto de armiño; la luz alegra sus ojos como una caricia, el perfume de las flores le embriaga, los rumores de la Naturaleza llegan a su oído como una suave melodía, y el pan le parece bueno. Los que habían compartido los sufrimientos de Germana, se sentían renacer con ella.

Ella siguió suspirando. «Oh, novio! ¡Siempre!... ¡Vivir siempre juntos; más allá de la vida; más allá de la muerte!...» Recordaba el último abrazo del caballero Tristán y la hermosa reina Iseo; una caricia eterna, infinita, que el gran mago no había envuelto en el misterio de su música estremecedora.

Palabra del Dia

vengado

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