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Actualizado: 6 de octubre de 2025
Al decir esto los ojos de Teresina se fijaron sin miedo en los de su amo. ¿No dice a qué viene? No ha dicho nada más. Pues que pase. Petra se presentó sola en el despacho, vestida de negro, con el pelo de azafrán sobre la frente, sin rizos ni ondas, con los ojos humillados, y con sonrisa dulce y candorosa en los labios. El Magistral la reconoció.
A él, más que a ella, le importaba callar, porque tenía grandes cuentas pendientes con la justicia. Todo lo que la había dicho en contrario, era un embuste para explotar su candorosa ignorancia. Se le podía haber cogido en una de sus emboscadas, como a un zorro en el cepo, como se le cogería de seguro si aún andaba por allí...
Se echa de ver que el bienestar reina en esas campiñas, al reparar la dulce y contenta fisonomía de los campesinos, la pulcritud y propiedad de sus vestidos, la belleza candorosa de las mujeres, la robustez algo rubicunda de los niños, el órden y holgura de las habitaciones, y el esmero con que son cultivadas las tierras.
Me salió bien la cuenta. Al amparo de la ficción, detrás de mi broquel de niña candorosa, mis malicias de mujer precoz escudriñaban todo el campo de batalla y conocían hasta las intenciones del enemigo, sin que el tiroteo de su obligado tributo de lisonjas y de galanterías me causara el más leve daño con las que de ellas eran necias o impertinentes.
Serías la víctima candorosa de ciertas invenciones poéticas, falsas o exageradas, que deleitan mucho en el día, como, por ejemplo, la famosa Questión de Amor. Indigno de ti y más que ridículo sería que te empeñases en traer a la vida real los ensueños de la fantasía y en convertir las flores retóricas en hechos.
Su aspecto, su ademán, todo en ella denunciaba la completa enajenación del ánimo, y su mirada se perdía en dulcísimas lejanías, llenas de ensueños peregrinos. En un ser concentró todos sus anhelos, todas las vagas aspiraciones de su alma candorosa y primitiva, complaciéndose en adornarlo con las perfecciones y bellezas que en la suya propia se anidaban.
El boticario se le impone y le dice que allí no está en las provincias para atropellar a nadie impunemente. Este suceso llena de placer a toda la ciudad de Buenos Aires. ¡Pobre Buenos Aires, tan candorosa, tan engreída con sus instituciones! ¡Un año más y seréis tratada con más brutalidad que fué tratado el interior por Quiroga!
A mí tampoco me contraría, señorita, se lo aseguro a usted. Este chispeante diálogo, que parecía hacer las delicias de la candorosa institutriz, en aquellos lugares presente, fue interrumpido por la súbita y bulliciosa irrupción de dos o tres jóvenes amigas que invadieron el saloncito de Mariana.
Y yo sentía mi alma rehecha, un alma de veinte años, de muchacha entusiasta y candorosa... Mi primer impulso era bajar para unirme á ti, yéndonos por las orillas del golfo, como dos enamorados de novela... Luego surgía la reflexión. Mi pasado se desplomaba en mi memoria como una campana vieja que se desprende de una torre.
Como ante reyes se inclinan ante ellos seibos y palmas, y le arrojan flor del aire, aroma y flor de naranja; luego en el Guazú se encuentran, y reuniendo sus aguas, mezclando nácar y perlas, se derraman en el Plata» . Pero ésta es la poesía culta, la poesía de la ciudad; hay otra que hace oír sus ecos por los campos solitarios: la poesía popular, candorosa y desaliñada del gaucho.
Palabra del Dia
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