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Actualizado: 10 de noviembre de 2025
Siguió embromándole con empeño, charlando y riendo mucho más que de costumbre. Manolo se defendía suavemente, sin dejar por eso de observar con atención aquellas aciagas señales que su rostro ofrecía. Al fin no pudo contenerse y cambiando de tono exclamó: ¡Tú has tenido un fuerte disgusto hoy, Soledad! La joven soltó una carcajada.
Pacita, sin contestar, llamó la atención de una de sus hermanas. Mercedes, mira qué pulsera tan bonita le ha regalado el general a Esperanza. La segunda de Alcudia perdió su rigidez por un momento, y tomando el brazo de Esperanza la examinó con curiosidad. Es muy bonita. ¿Te la ha regalado el general? preguntó cambiando al mismo tiempo con su hermana una mirada maliciosa.
El pueblo pidió á gritos el ataque de Salamina, y Solon haciéndose general en gefe, y cambiando la lira por la espada, tomó á Salamina á la cabeza de quinientos hombres.
Todavía no era moda ir a buscarlos al África, y los venían a buscar aquí, cambiando cuentas de vidrio por pepitas de oro; es decir, lanillas, cretonas y merinos, por dinero contante o por obras de arte.
Era una reverberación que ondulaba las líneas rectas, cambiando los contornos de colinas, edificios y personas. Estos caprichos de la luz hacían ver también los objetos dobles é invertidos, como si estuviesen al margen del agua, fingiendo lagos inmensos en un país extremadamente seco.
La madera, vendida, se convierte en dinero y el pequeño ramaje lo consume el fuego: sólo quedan fragmentos de raíces subterráneas; sin embargo, el agua, cambiando de curso, concluirá tarde ó temprano por arrastrar la tierra que las rodean y por dejarlas aisladas en mitad del arroyo.
Además, no son solamente cuerpos inertes los que ondulan la superficie del arroyo, hay también seres vivos que, cambiando de punto, transforman al mismo tiempo el centro de las ondulaciones.
¡Ah! dijo el bufón cambiando de aspecto de una manera singular : vos, padre Aliaga, sois un santo y llegaréis á mártir, y tú, hermano Felipe, aunque eres tonto, no eres malo. Dios os lo pague á los dos: á ti, por tu indulto, hermano rey, y á vos, por vuestra absolución, padre Aliaga. Hubo un momento de silencio. El tío Manolillo se había levantado y llenaba lentamente de vino una copa.
Nada, nada, ya verá uté cómo eso se arregla y le casamos en seguidita. ¡Vaya con don Ceferino, llegar a Sevilla enamorado ya de una sevillana! Ya ve usted... y siendo yo gallego. ¿Cómo gallego? exclamó cambiando repentinamente de expresión, en el colmo del estupor. ¿Pues no me había dicho hace un momento que era poeta? Bueno, soy poeta y gallego a la vez.
Hacía rechinar la silla, cambiando de postura a cada instante, y restallaba los nudillos de las manos de un modo formidable, tosía, se ponía colorado, y de vez en cuando dejaba escapar de la garganta un leve bufido con que su modestia alarmada protestaba.
Palabra del Dia
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