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Actualizado: 10 de noviembre de 2025


Otra vez, viéndose perseguido por un crucero británico, desfiguró su buque en una sola noche, pintándolo de otro color y cambiando la arboladura. Los capitanes ingleses tenían datos en abundancia para conocer el buque del audaz negrero; pero como si no tuvieran nada.

Arrastraba la cruz sudoroso y jadeante, cambiando la carga de lugar cuando sentía uno de sus hombros entumecido por la dolorosa pesadumbre. Las mujeres lloraban con la vehemencia meridional, dramática en sus manifestaciones. Los camaradas le tenían lástima, y sin osar reírse de su penitencia, le ofrecían por compasión vasos de vino.

DULCE DE HIGO. En todo es igual al anterior, con la sola diferencia de que antes de poner a cocer los higos han de estar cuarenta y ocho horas en agua fría, cambiando ésta cada doce horas. PASTA DE HIGOS. Se hace como la anterior, sino que a los higos hay que quitarles la piel antes de cocerlos.

Las tropas habían formado un círculo en torno á la colina y ascendían, estrechando cada vez más su anillo para que el enemigo no pudiera escapar. Los del gobierno municipal acogieron al profesor con frialdad. Debían haber recibido órdenes superiores durante su ausencia, cambiando de opinión respecto á su persona.

Vagaba por las repúblicas del Pacífico, cambiando de ocupación, unas veces en las salitreras de Chile, otras en las minas de Bolivia y del Perú, cuando estalló la guerra, y volvió á Francia para incorporarse al ejército.

En aquel momento asomó la cara Plácido Penitente, acompañado del pirotécnico que vimos recibiendo las órdenes de Simoun. Todos rodearon á los recien llegados preguntando por novedades. No he podido hablar con los presos, respondió Plácido; ¡hay unos treinta! ¡Estaos alerta! añadió el pirotécnico, cambiando una mirada de inteligencia con Plácido; dicen que esta noche va á haber un degüello...

Paseaba, pues, don Cándido el día 15 de Marzo del ya citado año de 1681 por la Alameda de Hércules, cuando fué avisado que dos mujeres que por allí vivían andaban cambiando monedas falsas, y lo mismo fué el tener tal noticia, acompañado de dos alguaciles y del escribano don Jerónimo de Parga, presentóse en la casa que le habían señalado como residencia de las mujeres, á las cuales sorprendió, comenzando el registro del domicilio.

Nuestros ojos sonreían, cambiando largas miradas impregnadas de pasión; nuestros labios murmuraban frases de amor; nuestras manos se buscaban en la oscuridad y se oprimían, tan pronto viva como débilmente. Gloria me preguntaba aún muy bajito si la perdonaba. Yo respondía que y que la adoraba.

«¿Amada? se decía . No, esto no es amor, es obcecación, empeño, vanidad, capricho: tiene que ser mía veinticuatro horas o lo que me la gana...: si quiero, toda la vida: pero mía y remía como mis ideas, como mis pensamientos. ¿Qué puede suceder? ¿Que me encapriche seriamente? Así como así, ninguna vale lo que ella; y además, si ésta es buena, ¿voy a pasar años y más años cambiando de mujeres

En casa, la señora de Pez, cambiando a veces el estilo conminatorio por el comparativo, ponía por modelo a sus hijos la virtud de Luisito Sudre, el de Tellería, que era un santo en leche, y ya se daba zurriagazos en sus rosadas carnes.

Palabra del Dia

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