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Actualizado: 10 de noviembre de 2025
Pero la astuta moza, que sabía contenerse, cuando era por su bien, se reprimió, y cambiando el tono, y el estilo se disculpó, disimuló el enojo, y dijo que todo estaba perfectamente, y que ella misma pediría la soldada, y se iría tan contenta, no a la fonda, sino a otra casa; una proporción que tenía, y que no podía decir todavía cuál era.
Por otra parte, la vista del arroyo nos fortifica y rejuvenece tanto más cuanto mayor y variado es el espectáculo que nos ofrece, cambiando cada época del año, cada mes y hasta cada día. Gracias á la variación del paisaje que nos rodea, nuestras ideas rejuvenecen también; el ambiente que nos rodea satura nuestra vida de nuevas fuerzas.
La mina puede producir, cambiando los hornos, construyendo algunas vías y estableciendo maquinaria a propósito, una mitad más de lo que actualmente rinde. Puede llegar a producir sesenta mil frascos de azogue. El dinero necesario para lograr esto no pasa de ciento a ciento cincuenta mil duros. Me parece mucho. ¿Mucho, para un resultado como ese? No; me parecen muchos frascos.
Cuando los invasores llegaron frente al cuartel, vieron cómo se cerraban sus puertas y cómo salían de sus ventanas los primeros fogonazos. ¡Golpe errado! Pero nadie pensó en huir. Porque la sorpresa fracasase, no iban á privarse del gusto de seguir cambiando tiros con los aborrecidos contrarios. ¡Viva el doctor Sepúlveda! ¡Abajo el gobierno usurpador!
Se sube un poco mas y aparecen los bosques de hayas ó variedades de encinas, los matorrales interminables de avellanos silvestres y muchos otros árboles frutales resistentes, como el cerezo. Las legumbres escasean ó faltan, los trigos no medran, reemplazados por el heno; todo va cambiando de aspecto.
Los coches comenzaron a caminar en medio de la muchedumbre. Rodeábanlos amarteladas parejas que marchaban de bracero en íntimo coloquio, viejos que llevaban niños de la mano, sujetando en la otra grandes pañuelos atestados de confites, grupos de muchachas cambiando sus impresiones en voz alta, riendo con sonoras carcajadas.
Estaban de buen humor y retozaban cambiando latigazos con los paños que tenían en la mano, corriendo en torno de la mesa y soltando sonoras carcajadas. La señora no podía escucharles porque estaba arriba. En esto apareció el loco en la puerta con una bandeja en la mano, la bandeja en que acostumbraba a transportar los mendrugos, como preciosa mercancía, a su habitación.
Cada vez que veía á su marido limpiando los dos cañones del arma, cambiando los cartuchos ó haciendo jugar la palanca para convencerse de que se abría con suavidad, pasaba por su memoria la imagen del presidio y la terrible historia del tío Barret. Veía sangre, y maldecía la hora en que se les ocurrió establecerse sobre estas tierras malditas.
Y cambiando de tono, temblándole la voz, añadió: Hablemos de otra cosa, Pablo, de algo muy grave. Don Pablo la miró, y echó de ver entonces que había llorado, que estaba pálida y tenía los labios blancos. Habla, Casilda, me asustas, ¿qué pasa aquí? ¿dónde está Quilito? ¿a dónde ibas?
Concluída la copla, beben ambos, y cambiando la taza de cabeza, contesta el indio á la canción que le han dirigido, repitiéndose estas evoluciones horas y horas, en que se oyen tiernos y delicados pensamientos. ¿Quién es su autor? Nadie lo sabe, son hijos de un momento de inspiración; el oído los recoge y la memoria los perpetúa.
Palabra del Dia
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