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Actualizado: 23 de octubre de 2025


Así debían ser las grandes alegrías de los esquimales, encogidos en su vivienda apestosa durante el invierno, mientras afuera sopla el huracán y cae la nieve. Aspiró el humo de su cigarro, llamó a un camarero para que se llevase el servicio de , que le molestaba con sus incesantes tintineos, y buscó en los papeles el pliego interrumpido. ¿Qué estaba yo escribiendo?...

Recordando sus años juveniles pasados en París, reconoció Robledo el pequeño establecimiento frecuentado por mujeres que no disponen de otra industria para vivir que el encontrón carnal, pero desean conservar cierta apariencia independiente, y á las cuales sirve la dueña de consejera é intermediaria. Un camarero de aire afeminado servía á las parroquianas. En este momento eran dos.

El camarero, cetrino y bigotudo, le escuchó atentamente, con una complacencia de tercero, y al fin pudo formar una personalidad completa con todos sus datos. La dama por quien preguntaba era la signora Talberg. Estaba de viaje, pero iba á volver de un momento á otro. Ulises pasó un día entero con la tranquilidad del que espera en lugar seguro. Miraba el golfo desde el balcón.

El camarero, sonriendo ante su asombro, acabó por explicar el acontecimiento: «Catorce de Julio». En los vapores alemanes se celebran como propias las grandes fiestas de todas las naciones que proporcionan carga y pasajeros. Sus capitanes cuidan escrupulosamente de cumplir los ritos de esta religión de la bandera y del recuerdo histórico.

Es pronto aún para misa de alba. Felicita no la oyó. Telva insistía. Felicita dijo, como hablando para : Anselmo está agonizando. Llegaron a la fonda del Comercio. Estaba abierta y había un camarero de guardia. Don Anselmo se muere dijo Felicita. , señora, espicha sin remedio respondió el camarero. Voy a su habitación. Enséñeme el camino ordenó Felicita.

Querían entrar en la enfermería para ver a Pachín y tranquilizarse. Acogían con incredulidad las palabras de un camarero español que, obedeciendo la consigna, les juraba por su salud que el enfermo estaba mejor. Chocaban sin éxito contra el marinerote rubio que obstruía la puerta con su rudeza de roca. El médico había prohibido la entrada y era inútil insistir.

Al ser mencionado el puma, algunos volvían á sonreir torciendo sus ojos hacia Friterini. Un amanecer, al salir el camarero al corral del boliche, había visto saltar del fondo de un tonel vacío á una especie de tigre con la piel á redondeles y del tamaño de un perro.

Y en el comedor, cada vez más solitario, pues los pasajeros abandonaban ya las mesas, Gillespie dejó intactos todos los platos que le presentó el camarero. Ha muerto, ha muerto indudablemente. Cuando vió entrar al encargado de la telegrafía sin hilos del paquebote, mirando á un lado y á otro, con un pequeño sobre en una mano, Edwin se incorporó para atraer su atención.

Iba lanzando nombres de navegantes y descubridores, á su capricho, mientras examinaba desde abajo el método con que el camarero italiano colocaba las banderas. ¿Ya estaba puesta la de la Argentina, y á su derecha, bien clavada, la de España?... ¡Muy bien!...

Al entrar y salir; al dejar cada plato, o recogerlo, reíase el camarero, para su sayo, de la enamorada pareja española, que quería habitación aparte, para luego almorzar así, mano a mano, al halago de la lumbre. A fuer de francés de raza, el sirviente aprovechaba la situación, subiendo el gasto. Había presentado a Artegui la lista de los vinos, y se permitía indicaciones y consejos.

Palabra del Dia

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