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Actualizado: 11 de junio de 2025
Los dos callaron hundiendo sus ojos en aquella gasa impenetrable de vapores. La condesa buscaba el sol. Octavio buscaba una fórmula. La condesa principió á tararear piano la famosa frase il sol de l'ánima de Rigoletto. Octavio la escuchaba con arrobamiento: sintió húmedos sus ojos y apretada la garganta.
Si no es eso, María, ¿sabes? dijo Villamelón con la boca llena . Digo que anda mal, porque anda en malos pasos. ¿Me entiendes? Callaron todos, metiendo las narices en el plato, y los rabillos de cada ojo fueron a fijarse en Currita, que desganada, sin duda, mondaba con suma pulcritud y esmero un hermoso albaricoque.
No son nada mío. ¿Qué tiene usted, Ana? ¿se pone usted mala? ¿qué es esto? llamaré... No, no, de ningún modo.... Un escalofrío... un temblor... ya pasó... esto no es nada. ¿Tendrá usted un ataque? No... el ataque se presenta con otros síntomas... deje usted... deje usted. Esto es frío... humedad... nada.... Callaron. De Pas vio que Ana contenía el llanto que quería saltar a la cara.
¿Y por qué he de temblar yo? contestó María. Todos callaron. Observábanse diversas impresiones en las fisonomías de los concurrentes. En la mayor parte, la curiosidad y la sorpresa; en la condesa, un interés bondadoso; en las mesas de juego, o, como decía Rafael, en la cámara alta, la más completa indiferencia. El príncipe se sonreía con desdén.
En seguida examinó al paciente con mano hábil y práctica en este género de operaciones; todo con tanta seguridad y destreza, que todos callaron, y sólo se oía en la pieza el ruido de la agitada respiración del paciente. El señor duque dijo el cirujano, después de haber concluido su examen tiene el tobillo dislocado y la pierna rota, sin duda por haber cargado en ella todo el peso del caballo.
9 Y cuando llegaron los criados de David, dijeron a Nabal todas estas palabras en nombre de David, y callaron. Muchos siervos hay hoy que huyen de sus señores. 11 ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua, y mi víctima que he preparado para mis esquiladores, y la daré a hombres que no sé de dónde son?
Todo en su historia pasada le parecía falso y artificial, como la vida que se muestra en los escenarios, pintada y cubierta de oropeles bajo una luz engañosa. Nunca había de volver a ese mundo de ficción. La realidad era lo presente. Al llegar al porche encontró reunidos a los cortejantes, que parecían discutir con voz ahogada. Al verle callaron instantáneamente. ¡Bona nit! Nadie contestó.
Old no entendió a qué se refería. Milk agregó: Hay muchos piques. Esta vez el cachorro comprendió. Y repuso por su cuenta, después de largo rato: Hay muchos piques. Callaron de nuevo, convencidos. El sol salió, y en el primer baño de luz, las pavas del monte lanzaron al aire puro el tumultuoso trompeteo de su charanga.
Callaron buen rato y atendieron á las razones que ambos contendientes se arrojaban al rostro; pero observando su escasa ó ninguna novedad, se pusieron á hablar entre sí. D. Ignacio fué el primero que se volvió hacia sus compañeros entablando conversación. No le gustaba escuchar, según decía, sino cuando le enseñaban algo.
Callaron largo rato: Stein estaba profundamente conmovido; María, aburrida, había tomado una varita y dibujaba con ella figuras en la arena. ¡Cómo habla la naturaleza al corazón del hombre! dijo al fin Stein ; ¡qué simpatía une a todo lo que Dios ha creado! Una vida pura es como un día sereno; una vida de pasiones desenfrenadas es como un día de tormenta.
Palabra del Dia
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