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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Mira: el día en que yo sea médico, voy a poner una cátedra para explicar... ¿Qué? Para dar una lección de armonía de la Naturaleza dijo Miquis, mirándola a los ojos , y explicar esos radios de oro que nacen en tu pupila y se extienden por tu iris... Déjame que lo observe de cerca... ¡Qué pesado! Quita... enséñame las fieras.

El día que se hizo doctor, y fué justamente acabados de cumplir los veintiún años, la pobre Isabel experimentó una de esas alegrías sólo comprensibles para las madres. Le abrazó derramando un raudal de lágrimas. Mamá le dijo Raimundo . Estoy ya en aptitud de hacer oposición a una cátedra.

Humanidades, teología, cánones, todo lo vencía aquel jovenzuelo con extraordinaria ligereza que asombraba a sus maestros. Le comparaban en el Seminario con los Padres de la Iglesia que habían llamado la atención por su precocidad. Iba a acabar sus estudios muy pronto, y todos le auguraban que Su Eminencia le daría una cátedra en el Seminario antes de cantar misa. Su deseo de saber era insaciable.

El entusiasmo bélico se apoderaba de él: no podía limitarse a citar fechas, nombres y hechos: era necesario hacer funcionar la caballería, la infantería y la artillería. Abandonaba su cátedra, se ponía en medio de la clase, señalaba el enemigo al frente, e inflando la boca, hacía tronar los cañones sobre la línea imaginaria del ejército contrario.

El profesor subió a la cátedra y empezó a dictar. Era una composición preliminar. Por primera vez mi amor propio tenía que luchar con ambiciones rivales. Observé a mis nuevos camaradas y me sentí perfectamente solo. A través de la ventana de pequeños cristales veía los árboles agitados por el viento, cuyas ramas rozaban contra las oscuras paredes del edificio.

, porque así como hay cosas que no pueden decirse desde el púlpito, que exigen el confesonario o la conferencia familiar, hay otras que piden la cátedra, que sería ridículo decirlas de silla a silla... por ejemplo, algo de lo que yo tengo que advertir a usted respecto de esas vagas y aparentes visiones de Dios en idea... tocadas, hija mía, de panteísmo, sin que usted se cuenta de ello.

Correrla entre nosotros, equivalía á pasar las horas de la cátedra jugando á paso en el Prado de Viñas, ó pescando luciatos en el Paredón, ó acometiendo alguna empresa inocente en el Alta.

El P. Millon, no pertenecía al vulgo de los que cada año cambian de cátedra para tener ciertos conocimientos científicos, alumnos entre otros alumnos sin más diferencia que la de cursar una sola asignatura, preguntar en vez de ser preguntados, entender mejor el castellano y no examinarse al fin del curso.

Lleguéme al mayor de mis amos, y, a mi parecer, con mucha crianza, se le puse en las manos, y quedéme sentado en cuclillas a la puerta del aula, mirando de hito en hito al maestro que en la cátedra leía.

Discreto y afable, humilde, grave y silencioso cuando se hallaba en sociedad, procurando borrar y confundir su personalidad entre las demás, adquiría relieve cuando subía a la cátedra del Espíritu Santo, lo que hacía a menudo. Allí se expresaba con desenfado y verbosidad sorprendentes.

Palabra del Dia

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