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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Hace veinticinco años, cuando aún no era jefe de la Universidad, pero ocupaba un asiento por primera vez en el Senado y una cátedra de Historia política, se enamoró de un hombre. No crea usted, gentleman, que este hombre era un intelectual, digno del afecto de Momaren.

Sus superiores le incitaron á no abandonar sus estudios, en los que se hallaba bastante adelantado; y para que no le faltasen estímulos, le brindaron con una cátedra de matemática, que fundaron expresamente en el colegio de Buenos Aires.

Fue esto último para como un rayo de luz. ¿No podría yo también asistir a una cátedra de bridge, o tomar, por lo menos, un profesor particular, como Eduardo VII, rey del Reino Unido y emperador de las Indias? ¿Acaso debía considerarme yo algo más importante y solemne que un emperador de las Indias?...

Estas segundas vigas están muy labradas por los cortaplumas de los estudiantes, que han tallado en ellas, durante siglos, iniciales, fechas, cruces y caricaturas. La cátedra es también de pino viejo; pero no nos pareció contemporánea del autor de la Profecía del Tajo, sino mucho más moderna.

Uno de ellos, el P. Melchor, se atrevió a decir con sonrisita de suficiencia: Señora, permítame usted que no reconozca talento en quien no admite las verdades de nuestra santa religión. A lo menos fue el primero en su cátedra y pasaba entre sus profesores por un chico despejado. Y lo será, señora, dijo el P. Gil, a quien el tonillo agresivo de su compañero había disgustado.

Lázaro tosió; el auditorio tosió también. La primera palabra se hacía esperar mucho; por fin el orador tomó aliento, y desafiando aquel abismo de curiosidad que se abría ante él, comenzó á hablar. #La primera batalla#. Lázaro era un poco retórico en la augusta cátedra del club democrático de Zaragoza.

Hasta aquí llegan los elementos; pero nada se encuentra para desenvolver el genio filosófico de un alumno privilegiado, ni que pueda hacerle sobresalir entre el comun de sus compañeros, dotados de una capacidad regular. El hábil profesor desea tomar la medida de los talentos que hay en la cátedra, y el tiempo que le sobra despues de la explicacion le emplea en hacer un experimento.

Porque si bien aquel estudio particular no era suficiente para obtener una cátedra, le ayudaba no poco, dado que no es posible profundizar cualquier ramo de la ciencia sin estudiar las relaciones que mantiene con los demás, sobre todo con los más próximos.

Una vez en mi cátedra, ante cientos de cabezas, de ojos y oídos dirigidos hacia , el sentimiento del deber profesional, y más aún el temor de fracasar miserablemente, han triunfado del desorden de mis ideas. Me he hecho violencia, me he serenado, y he dado la carrera sin vacilar hasta saltar victoriosamente el último foso.

Escuche sin interrumpirme, como hacen las jóvenes que asisten á mi cátedra. Al final me expondrá sus dudas, si es que las tiene, y yo le contestaré. Después de este preámbulo, el profesor empezó su lección. Usted sabe, gentleman, quién fué el primer Hombre-Montaña que visitó este país. Hasta creo que el tal gigante dejó escrito un relato de su viaje, y usted debe haberlo leído, indudablemente.

Palabra del Dia

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