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La Providencia y el Acaso juegan al ajedrez sobre España, que siempre ha sido un tablero con cuarteles de sangre y plata. Entusiasmo de la Sanguijuelera, que cada día simpatiza menos con la demagogia. Dice que los señores son siempre señores y los burros siempre burros. Se promete ir a recibir al nuevo Soberano y aun medita una arenga.

En resumen: que a él le importaba un bledo la tienda, y se burlaba de aquel comercio a la antigua, que sólo servía para que los hombres de capacidad financiera se matasen trabajando como unos burros, para comer sopas a la vejez. Justamente, en la época que don Antonio abandonaba su tienda, cada vez más atraído por los negocios, fue cuando Juanito comenzó a sentirse dominado por una preocupación.

Al fin el cansancio me hará dormir. Si yo no pensase... ¡Qué felices deben de ser los burros!... Firme, mujer; mientras más apasionado esté Joaquín, más fría y tiesa ... Ya siento a D.ª Laura trasteando por la casa. Ya entra la luz del sol en mi cuarto. ¡Es de día y yo despierta! Todos, todos los talentos que hay en mi cabeza, los doy, Señor, por un poco de sueño.

En el fondo de la casucha, con la cabeza hundida en cajones que servían de pesebres y las grupas frente a la puerta, estaban los caballos, las mulas y los burros que constituían la fortuna de la familia. Los colchones astrosos, apilados en un rincón, se extendían por la noche junto a las patas traseras de las bestias, durmiendo la familia y su capital acariciados por el calor del común estiércol.

Lo único que haré dijo D. Francisco levantándose y examinando de cerca los cuadros, es aceptar un par de estudios, como recuerdo.... Este de las montañas nevadas y aquél de los burros pastando.... Mire usted, Martín, también me llevaré, si le parece, aquella marinita y este puente con hiedra....» A Martín le había entrado el acceso y se asfixiaba.

¿Sabes lo que han hecho ayer noche conmigo tus vecinos? exclama rudamente el mozo. Flora le mira sorprendida. Pues en cuanto salí de tu casa, antes que llegase á Rivota, entre Toribión y otros tres me torgaron. Un relámpago de ira pasó por los ojos de la zagala. ¿No te dije que no te fiases de ellos, Jacinto? ¡Que eran muy burros! ¡muy burros! Adiós.

Entonces nos quedamos todos tiesos de espanto, porque vimos que el barco con que nos batíamos era el mismo San Hermenegildo. Eso que estuvo bueno dijo Doña Francisca mostrando algún interés en la narración . ¿Y cómo fueron tan burros que uno y otro...? Diré a usted: no tuvimos tiempo de andar con palabreo.

Los otros pueblos poseen cierto número de vacas, algunos rebaños de ovejas y unos cuantos caballos mulas y burros; pero están muy distantes todas estas poblaciones de tener lo suficiente en ganados para proveer á sus necesidades, así es que se ven obligadas á comprar algunos mas á los comerciantes que van á la provincia.

Varios ulemas, magos y astrólogos del Real Consejo privado, venían también en burros; monteros y cazadores, de a pie y de a caballo, traían la jauría de podencos y lebreles; doce diestros cazadores de altanería, todos a caballo, llevaban en el antebrazo izquierdo, asidos a la lúa de becerro con las acicaladas garras, ya poderosos neblíes, traídos a mucha costa de las montañas de Elburz o de Mazenderán a orillas de mar Caspio, ya ágiles alfaneques africanos, retenidos por la pihuela para que no echasen a volar, y todos con sus capirotes de grana y con sutiles cascabelillos de oro en las nervudas patas.

Le venían ganas atroces de gritar a los oradores: «¡Burros, pollinoscomo acostumbraba a hacer en el Saloncillo, o de fulminar contra ellos uno de esos sarcasmos feroces que levantan roncha. «Aquellas payasadas» le habían revuelto la bilis. No era milagro. Ya conocemos la gran virtud de segregación que el hígado del ex marino poseía.