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Actualizado: 23 de julio de 2025
Las ahumadas puertas del balcón de la buhardilla se abrieron al cabo, después del mediodía, y lo primero que en el interior descubrieron mis ojos, fué un hombre vuelto de espaldas hacia mí, con camiseta blanca de ancho cuello azul tendido sobre los hombros, y gorra de lana, también azul, ocupado en colocar en un gran pañuelo de percal, desplegado sobre el arcón que conocemos, algunas piezas de ropa.
Parecíale que cada hora que pasaba después del fatal momento en que le vió desaparecer por la buhardilla, añadía nueva intensidad á su agravio. Para él era Bozmediano entonces el ser más odioso y repugnante que había nacido. Creíale inspirado tan sólo por las ideas más bajas y groseras, y veía en él un cobarde seductor incapaz de nada generoso ni bueno.
Al fin me serené, gracias á algunas frases bondadosas del siempre magnífico Duque, y haciendo un esfuerzo, respondí á la poetisa: «Y dado el principio de la novela; dados los dos personajes, la buhardilla, el cierro y lo demás, ¿qué discurría usted? ¿Cómo desarrollaría la acción?
Luisa amaba con pasión el campo, los jardines y las flores. Al llegar la primavera, los primeros cantos de la alondra le hacían derramar lágrimas de ternura. Luisa iba a ver brotar los azulejos y las espinas tras los zarzales del monte, y espiaba la vuelta de las golondrinas que anidaban en un ángulo de la ventana de su buhardilla.
Un momento después se oyen sus pasos en la escalera que conduce a la buhardilla. Cuando vuelve a entrar, echa tímidamente una mirada a Juan; después se sienta otra vez en su sitio, con los ojos bajos. De la aldea llegan gritos de alegría, aclamaciones con las cuales se mezclan las notas agudas del violín y los sonidos graves del contrabajo. ¿Iríais de buena gana, eh?
Ahora, pues, previa tu indulgencia por estas digresiones, y suponiéndote orientado en el terreno de nuestros personajes, voy á tratar del verdadero asunto de mi cuadro. Hace pocos días empezó á llamarme la atención el aspecto que presentaba la casuca de enfrente. La buhardilla del Tuerto apenas se abría, ni en ella se escuchaban las risas, los lloros y los golpes de costumbre.
Llega un día en que si quiere dar gusto a su corazón, va a verse privada de todo esto, y a caer en la miseria. Tú comprenderás que se necesita mucha virtud y más amor que el de Romeo y Julieta para echarlo todo a rodar y sacrificarse a vestir de percal otra vez y a vivir en una buhardilla.
Las ahumadas puertas del balcón de la buhardilla se abrieron al cabo, después del mediodía, y lo primero que en el interior descubrieron mis ojos, fué un hombre vuelto de espaldas hacia mí, con camiseta blanca de ancho cuello azul tendido sobre los hombros, y gorra de lana, también azul, ocupado en colocar en un gran pañuelo de percal, desplegado sobre el arcón que conocemos, algunas piezas de ropa.
Yo digo la verdá aunque sea delante del mi marido, replica la de la buhardilla, mirando de reojo á una esquina de la calle y bajando la voz así que ve al Tuerto. La vieja del segundo clava la última raba, y sin mirar hacia su nuera, vase retirando del balcón dejando fuera estas palabras: Anda, anda á prepararle la comida, ¡borrachona!
No hay ningún sirviente en el patio y por eso no he mandado ver lo que pasa. Subí hasta la buhardilla más alta pero no pude distinguir nada a causa de los árboles. Espero que no le haya sucedido nada malo a nadie, sin embargo. No ha de ser hada grave, esperémoslo dijo Nancy . Quizás se haya vuelto a escapar el toro del señor Snell como el otro día.
Palabra del Dia
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