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Actualizado: 23 de julio de 2025
De este matrimonio nació el Tuerto de la buhardilla, quien al lado de su padre aprendió á tirar del remo, á aparejar sereña, á ser, en fin, un buen pescador.
No tuve el rigorismo de apagarlo; bendije los buenos corazones que hay en el mundo, me extendí luego en un viejo sofá de terciopelo de Utrecht, á quien los reveses de la fortuna han hecho pasar como á mí, del piso bajo á la buhardilla, y traté de dormitar.
«No es caso nuevo ni mucho menos decía . Los libros están llenos de casos semejantes. ¡Yo he leído mi propia historia tantas veces...! ¿Y qué cosa hay más linda que cuando nos pintan una joven pobrecita, muy pobrecita, que vive en una buhardilla y trabaja para mantenerse; y esa joven, que es bonita como los ángeles y, por supuesto, honrada, más honrada que los ángeles, llora mucho y padece, porque unos pícaros la quieren infamar; y luego, en cierto día, se para una gran carretela en la puerta, y sube una señora marquesa muy guapa, y ve a la joven, y hablan, y se explican, y lloran mucho las dos, viniendo a resultar que la muchacha es hija de la marquesa, que la tuvo de un cierto conde calavera?
¿Que no quiero yo á mis hijos?... ¿Que no los quiero? ruge la de la buhardilla, puesta en jarras y echando llamas por los ojos. ¿Quién será capaz de hacerlo bueno? Yo replica con mucha calma la vieja; yo que los he recogido muchas veces en mi casa, porque tú los dejas desnudos y abandonaos en la calle cuando te vas á hacer de las tuyas de taberna en taberna... ¡borrachona!
Ahora, pues, previa tu indulgencia por estas digresiones, y suponiéndote orientado en el terreno de nuestros personajes, voy á tratar del verdadero asunto de mi cuadro. Hace pocos días empezó á llamarme la atención el aspecto que presentaba la casuca de enfrente. La buhardilla del Tuerto apenas se abría, ni en ella se escuchaban las risas, los lloros y los golpes de costumbre.
En invierno se las arreglan, de un modo análogo, con las ropas de desperdicio del padre, con un refajo de la madre, ó con la manta de la cama. El Tuerto era pescador, su mujer es sardinera, y los niños ... viven de milagro. En la otra buhardilla habita solo otro marinero, sesentón, de complexión hercúlea, y un tanto encorvado por los años y las borrascas del mar.
Muchachitas de catorce a diez y seis años de edad, la mayor parte de ellas alimentadas con pan seco y con manzanas verdes en una buhardilla de obreros o en la garita de un portero, vienen al teatro con vestidos de tartán y con zapatos viejos, y su primer cuidado es correr a mudarse de traje, sin que nadie pueda notarlo.
¿Dónde van tan precipitados esos miles de carruajes que se atropellan en tumulto los unos tras los otros? ¿Por qué tanto ruido, tanta alegría? ¿Dónde está Dios? ¿le habeis visto en Paris?... Y las estadísticas de los tribunales, ¿las habeis consultado con detencion? ¿ Visitais la Morgue y la buhardilla del obrero al salir de la Opera ó de casa de Vachette?
Pues la boca estaba en un tajo de la peña, casi a pico, sobre el barranco. De modo que venía a ser la cueva como la buhardilla de una casa muy alta, ¡muy alta!, a la cual buhardilla hubiera que entrar por la ventana, andando por la cornisa de la fachada correspondiente.
Se me agolpaban las palabras a la lengua, y, o salían, o estallaban.» En cierta ocasión, por haberse burlado de la hermana San Onofre, la habían encerrado en la buhardilla. Desde allí se veía un cuartel, y, oyendo gritar al centinela: «¡Centinela, alerta!», contestó a grito pelado: «¡Alerta está!» Esto produjo un verdadero escándalo en el colegio, y le acarreó un castigo ejemplar.
Palabra del Dia
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