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Se me agolpaban las palabras a la lengua, y, o salían, o estallabanEn cierta ocasión, por haberse burlado de la hermana San Onofre, la habían encerrado en la buhardilla. Desde allí se veía un cuartel, y, oyendo gritar al centinela: «¡Centinela, alerta!», contestó a grito pelado: «¡Alerta estáEsto produjo un verdadero escándalo en el colegio, y le acarreó un castigo ejemplar.

Tal vez le vigilaban discretamente y no le perdían de vista hasta convencerse de su completa inocencia. Pero esta vigilancia que él presentía nunca se hizo sentir ni le acarreó molestia alguna. En el tercer viaje á Salónica, el capitán de navío le vió una vez de lejos, saludándole con su grave sonrisa. Y no supo más del espía.

17 Por ventura no te acarreó esto el haber dejado al SE

Dios no ha creado el mundo malo, sino bueno. Fue el primer hombre quien se acarreó todos los dolores con su desobediencia. ¡Ah, ! El mito de la manzana. Yo no le creo a usted capaz, señor excusador, de un capricho tan ridículo. ¿A qué conducía el reservar esa manzana, sobre todo conociendo el carácter caprichoso de Eva y la debilidad de Adán por ella?

Malvendió todos los objetos que había adquirido en su época de abundancia, cuando no sabía en qué emplear los valiosos jornales; cobró varios préstamos hechos á ciertos amigos y de los que no se acordaba semanas antes. Así pudo comprar víveres y una mula vieja considerada inútil para el acarreo del salitre.

Se le murieron los rocines y tuvo que entramparse para comprar otros. Lo que le valía el continuo acarreo de pellejos hinchados de vino ó de aceite perdíase en manos de chalanes y constructores de carros, hasta que llegó el momento en que, viendo próxima su ruina, abandonó el oficio.

En el decreto se prevenia al mencionado Chaâfar que comenzase por hacer los acopios de piedra necesarios para los cimientos; y así fué que el acarreo comenzó en la misma luna de Ramadhan. Habíase el alcázar de Córdoba llenado de gente , de manera que á las horas de la azala la mezquita no podia contenerla, y los asistentes se apretaban y atropellaban por falta de espacio.

Para formase una idea de los males que acarreó a estos pueblos la supresión de la Compañía de Jesús, basta echar la vista al siguiente estado comparativo de su situación en 1768, cuando salieron de las manos de sus doctrineros, y en 1772, cuando pasaron a las de don Juan Ángel de Lascano, su administrador general.