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Actualizado: 11 de junio de 2025
3 Y así harás de su asno, así harás también de su vestido, y lo mismo harás con toda cosa perdida de tu hermano que se le perdiere, y tú la hallares; no podrás retraerte de ello. 4 No verás el asno de tu hermano, o su buey, caídos en el camino, y te esconderás de ellos; con él has de procurar levantarlos.
Al verles Currita, apretó vivamente el brazo del buey Apis, diciéndole muy por lo bajo: Mire usted quién va allí, Martínez... Gallego, el ministro de Gracia y Justicia... En cuanto le vea a usted se asusta... ¡Anda!..., ya nos mira... ¡Qué delicia!... De fijo que esta noche se declara en el gabinete la crisis...
Tenía ante sus ojos un fragmento de periódico, y copiaba las líneas con la ayuda de un tintero de bolsillo lleno de agua ligeramente ennegrecida, y de una pluma roma que trazaba los renglones con la misma paciencia del buey al abrir el surco. Zarandilla, que estaba al lado de don Fernando, le habló del muchacho. Es el Maestrico. Ansí le llaman, por su afición a libros y papeles.
Este hombre se desangra como un buey, y es preciso, ante todo, tratar de contener la hemorragia. Sí, señor replicó vivamente el medicucho, ¡la hemorragia! esa es la verdadera palabra. Felizmente, todo lo tengo previsto. He aquí un frasco de agua hemostática, preparada según la fórmula de Brocchieri; yo la prefiero a la de Lechelle.
Mas, ¡ay!, si predominasen estos hombres, cuyo tuétano íntimo es una ausencia, un hueco, una burbuja, como la que se ve en los niveles, burbuja que difícilmente se logra centrar...; si esta especie de hombres predominase, la humanidad, cada vez más hinchada y vacía, reventaría, como la rana que quiso igualar al buey. El filósofo se halla constituido a la inversa del dramaturgo.
Y el gigante comía y comía, y Meñique no se quedaba atrás, sólo que no echaba en la boca las coles, y las zanahorias, y los nabos, y los pedazos del buey, sino en el gran saco de cuero. ¡Uf! ¡ya no puedo comer más! dijo el gigante; tengo que sacarme un botón del chaleco. Pues mírame a mí, gigante infeliz dijo Meñique, y se echó una col entera en el saco.
En este bosque hay un gigante de veinte pies de alto, que se almuerza un buey entero, y cuando tiene sed al mediodía se bebe un melonar. Figúrate qué hermoso criado no hará ese gigante con un sombrero de tres picos, una casaca galoneada, con charreteras de oro, y una alabarda de quince pies. Ese es el regalo que te pide mi hija antes de decidirse a casarse contigo.
14 Y respondiendo el príncipe de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese curado en sábado, dijo a la congregación: Seis días hay en que conviene obrar; en éstos, pues, venid y sed curados, y no en días de sábado. 15 Entonces el Señor le respondió, y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en sábado su buey o su asno del pesebre, y lo lleva a beber?
La esposa dio dos pasos hacia el esposo, desmintiendo con los rayos, que de sus claros ojos brotaban, la suave vocecita y el pausado tono con que dijo: ¿Pues no comió ayer aquí ese buey Apis?... Es un animal replicó el marido; y para ocultar su turbación, escondióse bajo el paño negro, poniéndose a enfocar de nuevo la máquina.
1 No verás el buey de tu hermano, o su cordero, perdidos, y te retirarás de ellos; los volverás sin falta a tu hermano. 2 Y aunque tu hermano no fuere tu pariente, o no le conocieres, lo recogerás en tu casa, y estará contigo hasta que tu hermano lo busque, y se lo devolverás.
Palabra del Dia
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