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Aquí donde me ven, yo, doña Eufrasia de Hinestrosa y Membrilleja soy muy principal y mi difunto fue empleado en la renta del noveno y el excusado. Pero vamos a lo que importa. ¿Fuiste allá, brujita mía? Por sétima vez. ¡Y qué buena que es mi doña María!

Ved lo que hacéis; la vanidad es tentadora; hoy podéis ser hidalgo reservado, ser leal, de buena fe... mañana acaso... Ningún secreto tengo que reservar.

Durante todo este tiempo, la buena y amable condesa, hacía cuantos esfuerzos le eran posibles para ligar conversación con María; pero el laconismo de sus respuestas frustraba sus buenas intenciones. ¿Os gusta mucho Sevilla? le preguntó la condesa. Bastante respondió María. ¿Y qué os parece la catedral? Demasiado grande. ¿Y nuestros hermosos paseos? Demasiado chicos.

No , por casualidad. No, no fue el acaso... Queríaisme decir con ello: Si vienes como amigo, enhorabuena; si vienes como enamorado, he aquí mi respuesta. Es verdad... ¿No os parece buena?

Y entre este tintineo general, que casi ahogaba los sonidos de los instrumentos, desfiló la comitiva: el tambor mayor al frente de la banda; toda la servidumbre portadora de faroles; las camareras disfrazadas de floristas, y un gran número de animales, osos, perros y leones, mozos de buena fe, que sudaban bajo los forros de pieles y movían de un lado a otro sus cabezas de cartón rugiendo o ladrando.

FRICANDEAU. Se mecha con jamón y tocino gordo un trozo de buena ternera, y se dora en manteca; se le pone cebolla cortada a ruedas, nuez moscada, vino blanco y tomillo. Se cubre con un papel de estraza en vez de tapadera y se cuece a fuego muy suave.

De manera que, como quería hacer buena figura, y llevar vida alegre en París, gastaba sus treinta mil francos entre los meses de marzo a mayo, y luego volvía dócilmente a someterse a la vida tranquila de Lavardens: cazaba, pescaba y montaba a caballo con los oficiales del regimiento de artillería que estaba de guarnición en Souvigny.

El juez de los mozárabes que servia de intérprete á Ordoño, cuando Al-hakem rompió el silencio dando al destronado la bien venida, espuso en términos comedidos y con reiteradas protestas de sumision y obediencia, el objeto de la venida del príncipe cristiano: solicitó para él y su pueblo la poderosa proteccion del califa, obligándose á reconocerle siempre como su señor feudal si le ayudaba á recuperar el trono, y finalmente para encarecer lo mucho que confiaba en su poder y justicia, rogóle que constituido en árbitro de las diferencias de entrambos primos, decidiese á cuál de los dos correspondia en buena ley la corona.

Los igorrotes son de buena estatura, su color es cobrizo amarilloso; los ojos grandes, rasgados y negros, y con el ángulo exterior muy agudo y más alto que el interior. Los carrillos anchos y juanetudos; el pelo es largo, muy negro, y áspero; el cuerpo robusto y bien formado; suelen pintarse de colores, y en la mano se hacen una figura parecida á un sol.

Cuando supo que Basilio se había ido á Manila para sacar sus economías y rescatar á Julî de la casa en donde servía, creyó la buena mujer que la joven se perdía para siempre y que el diablo se le iba á presentar bajo la forma del estudiante. ¡Fastidioso y todo, cuánta razon tenía aquel librito que le había dado el cura! Los jóvenes que van á Manila para aprender, se pierden y pierden á los demás.