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Actualizado: 29 de julio de 2025


El juez de los mozárabes que servia de intérprete á Ordoño, cuando Al-hakem rompió el silencio dando al destronado la bien venida, espuso en términos comedidos y con reiteradas protestas de sumision y obediencia, el objeto de la venida del príncipe cristiano: solicitó para él y su pueblo la poderosa proteccion del califa, obligándose á reconocerle siempre como su señor feudal si le ayudaba á recuperar el trono, y finalmente para encarecer lo mucho que confiaba en su poder y justicia, rogóle que constituido en árbitro de las diferencias de entrambos primos, decidiese á cuál de los dos correspondia en buena ley la corona.

Espuso de nuevo y por escrito D. Joaquin Antonio de Orellana, al Inspector D. José del Valle, desde Yanarico, cuanto le pareció conveniente sobre la necesidad que, habia de repoblar y mantener la villa de Puno, cuya respuesta recibió en el pueblo de Quiquijana, llena de lastimosas consideraciones por la situacion en que dejaba el vireinato de Buenos Aires, y las funestas consecuencias que podian resultarle por el abandono de aquel pueblo, en cuya atencion le ordenaba suspendiese la marcha con todas las familias extraidas, para que quedasen en mejor proporcion de volverlas cuanto antes á su domicilio, siempre que el Virey de Lima lo aprobase: pero reproduciéndole Orellana algunas sérias reflexiones que de nuevo le ocurrieron, por hallarse tan adelantado, le mandó siguiese á la ciudad del Cuzco con toda la gente que conducia, donde á cada uno se le asignaria algun socorro que sirviese á su sustento, para hacerles menos dolorosa la situacion desgraciada en que se hallaban, como efectivamente se verificó, considerándoles una diaria moderada gratificacion para que pudieran mantenerse.

En el informe, con que Azara acompañó el diario de este reconocimiento, espuso al Virey los defectos que habia notado en el sistema de defensa de la frontera, y los principios que le habian guiado en el plan que él proponia para enmendarlos.

El preste asistido de los diáconos, que acababa de entonar el Credo, viendo la continuacion del terrible fenómeno sacó del depósito el Santísimo y lo espuso al corto número de personas que habian quedado presentes, sin que hubiese para esta sagrada ceremonia otro cántico que los clamores de los presentes.

Dos veces se repitió durante el sacrificio esta tremenda al par que memorable escena: dos veces el preste espuso el Santísimo permaneciendo impávido en el altar como su leal ministro, dispuesto á dejarse sepultar bajo la desquiciada mole del templo, mientras todo á su alrededor era terror de muerte, tropel y gritería.

Palabra del Dia

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