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Los hombres de negocios, al dirigirse á América, le confiaban sus planes estupendos: ríos cambiados de cauce, ferrocarriles á través de la selva virgen, monstruosas fuerzas eléctricas extraídas de cascadas de varios kilómetros de anchura, ciudades vomitadas por el desierto en unas semanas; todas las maravillas de un mundo en la pubertad, que desea realizar cuanto concibe su joven imaginación.

Observaciones extraidas de los viages que al Estrecho de Magallanes han egecutado en diferentes años los Almirantes y Capitanes, Olivares de Noort, Simon de Cordes, Jorge Spilberg, Francisco Drake, Juan Childey, Tomas Candish, Juan Narborough; y noticias adquiridas en las expediciones egecutadas desde esta isla por los Franceses, con la fragata Aguila.

Correspondí con la mayor cordialidad y como mejor pude a aquellos nobles ofrecimientos; supo él adónde íbamos por allí; y sin querer aceptar un momento de descanso, que no necesitaba, retrocedió y se fue camino de la iglesia con nosotros... digo mal, con don Román solamente, pues le tomó éste por su cuenta desde luego, apartándose un buen trecho de los demás, que nada hicimos por acercarnos a ellos, respetando la santa avidez con que el noble expatriado de Coteruco aprovecharía aquella providencial ocasión de saber algo más de lo que sabía sobre el estado de cosas de su pueblo nativo, aunque fueran extraídas con la ganzúa de sus ansias de aquel arcón de cuatro llaves.

Además, se exportan tagua, caucho y sombreros de Panamá, en cuya manufactura este pueblo demuestra bastante habilidad. La riqueza mineral de la república se ha explotado muy poco, aunque las esmeraldas extraídas de sus minas representan casi la total producción mundial de estas piedras. Encuéntrase oro en todos los estados del país, a la par que plata, platino, mercurio, hierro, petróleo y plomo.

Observaciones extraidas de los viages que al Estrecho de Magallanes han egecutado en diferentes años los Almirantes y Capitanes, Olivares de Noort, Simon de Cordes, Jorge Spilberg, Francisco Drake, Juan Childey, Tomas Candish, Juan Narborough; y noticias adquiridas en las expediciones egecutadas desde esta isla por los Franceses, con la fragata Aguila.

Espuso de nuevo y por escrito D. Joaquin Antonio de Orellana, al Inspector D. José del Valle, desde Yanarico, cuanto le pareció conveniente sobre la necesidad que, habia de repoblar y mantener la villa de Puno, cuya respuesta recibió en el pueblo de Quiquijana, llena de lastimosas consideraciones por la situacion en que dejaba el vireinato de Buenos Aires, y las funestas consecuencias que podian resultarle por el abandono de aquel pueblo, en cuya atencion le ordenaba suspendiese la marcha con todas las familias extraidas, para que quedasen en mejor proporcion de volverlas cuanto antes á su domicilio, siempre que el Virey de Lima lo aprobase: pero reproduciéndole Orellana algunas sérias reflexiones que de nuevo le ocurrieron, por hallarse tan adelantado, le mandó siguiese á la ciudad del Cuzco con toda la gente que conducia, donde á cada uno se le asignaria algun socorro que sirviese á su sustento, para hacerles menos dolorosa la situacion desgraciada en que se hallaban, como efectivamente se verificó, considerándoles una diaria moderada gratificacion para que pudieran mantenerse.

Hasta tenía bellas antigüedades que nadie le podía disputar. Cerca de la puerta se apoyaban en el muro dos ánforas extraídas por las redes de unos pescadores, dos piezas de barro blancuzco, adornadas caprichosamente por el mar con guirnaldas de conchas petrificadas.

No si en América se presenta un fenómeno igual a éste; es decir, dos partidos, retrógrado y revolucionario, conservador y progresista, representados altamente cada uno por una ciudad civilizada de diverso modo, alimentándose cada una de ideas extraídas de fuentes distintas: Córdoba, de la España, los Concilios, los comentadores, el Digesto; Buenos Aires, de Bentham, Rousseau, Montesquieu y la literatura francesa entera.

Telémaco, con mil pesetas en el bolsillo extraídas de un costurero que servía á su madre de caja de caudales, se embarcó al día siguiente. Una pequeña maleta sacada de su casa con lentas y hábiles astucias era todo su equipaje.

Y ella, la soberana, los contemplaba desnuda desde su movible trono, coronada de perlas y estrellas fosforescentes extraídas del fondo de sus dominios, blanca como la nube, blanca como la vela, blanca como la espuma, sin más alteración en su alba majestad que un rubor de rosa húmedo, igual al barniz de las caracolas, que coloreaba su boca y sus calcañares, el pétalo final de sus pechos y el botón convexo de su vientre, mar de nacarada tersura, en el que se borraban las huellas de la maternidad con la misma rapidez que los círculos en el agua azul.