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Me causan risa y lástima. No me acuerdo de lo que he hecho o dicho durante ese mes. , indudablemente ha pasado un mes, sin que yo le sienta pasar. Ayer el rosal que tengo en mi ventana, estaba cubierto de rosas; hoy las rosas están muertas, deshojadas... sólo las queda el pétalo negro y seco. Ayer me trajeron un nido de ruiseñores.

Deshojé todas, y todas me decían, con el último pétalo, que me quieres... «¡mucho!»... «¡muchoYa no tengo ratos de tristeza, ya no. Estoy muy contenta y muy segura de tu cariño. Perdóname; perdóname si alguna vez he dudado de tu constancia y de tu fidelidad. «Pero a todo esto no te he dicho cómo recibí tu carta.

Gallardos, sueltos, flexibles, como las guías de convólvulos y cabrifollos que sombreaban la fuente. Las rosas... ¡ah! ¡las rosas! Lindas y espléndidas salían de manos de la anciana; pero Angelina las embellecía al tocarlas. Un tallo duro, una hoja rebelde, un pétalo sin gracia, todo recibía de la joven singular hermosura.

Baja, dueño mío, ¿me oyes?... No tienes más que arañar la puerta. Yo abriré inmediatamente. Le miraba con sus ojos enormes y ávidos, que parecían querer devorarle. La punta de su lengua asomaba como un pétalo de rosa entre los labios súbitamente abrasados. Arremolinadas por la brisa, aleteaban en torno de su frente las cortas melenas, dando a su cara un aspecto diablesco.

Y ella, la soberana, los contemplaba desnuda desde su movible trono, coronada de perlas y estrellas fosforescentes extraídas del fondo de sus dominios, blanca como la nube, blanca como la vela, blanca como la espuma, sin más alteración en su alba majestad que un rubor de rosa húmedo, igual al barniz de las caracolas, que coloreaba su boca y sus calcañares, el pétalo final de sus pechos y el botón convexo de su vientre, mar de nacarada tersura, en el que se borraban las huellas de la maternidad con la misma rapidez que los círculos en el agua azul.

Tu fronda balancea temerosa, y las hojas ven lucir cuando el día febea, la líquida presea que ha de absorber la tierra al efundir. El pétalo minúsculo ufana ostenta tu plateada flor, y al brote de su súrculo más vivo en el crepúsculo en declinando el sol dominador.

¿Enamorado de esa niña? ¡Ni por pienso! ¡Murmuración villaverdina! ¿Murmuración? Vale más. Ya dieron en decirlo, y seguirán.... Créame usted, Angelina; créame usted: la señorita es guapa, que es guapa, linda como un ramo de rosas; pero el joven que se complace en oirla tocar no ha puesto en ella los ojos, ¡ni los pondrá jamás! Mi voz despertó a tía Pepa. Yo estaba separando el último pétalo.

Por tal manera, a cada gesto del santo, significativo de su piedad o su martirio; a cada rasgo de su fisonomía o su actitud, corresponde, del opuesto lado, una corola o un pétalo. Para acompañar la representación simbólica del bien, brotan, ya un lirio, ya una rosa.

¡Ja, ja!... , todo rosado... y los pañales habían dejado en él marcas... un verdadero mapa geográfico... y qué delicado y bien formado!... ¡un pétalo de rosa! Al ver eso me dije, en mi orgullo de padre joven: «Esta será hermosa y coqueta, y meneará las piernas toda la vida. Es preciso que tenga un nombre poético; eso le dará más valor a los ojos de los pretendientesBusco en mi biblioteca.