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Actualizado: 13 de octubre de 2025


Si yo fuera ateo, si fuera un hombre desprovisto de conciencia, un miserable con instintos groseros y brutales, ya habría hallado la paz hace tiempo: mejor dicho, nunca la habría perdido.

Este respondía a las salidas brutales del duque con razonamientos corteses y suaves, sonriendo siempre benévolamente. El duque acentuaba su rudeza, que en el fondo era muy diplomática. Yo no tengo gana de tirar mi dinero. Me ha costado mucho trabajo adquirirlo, ¿sabe usted? Probablemente, al fin y al cabo, me veré obligado a cortar por lo sano, separándome del negocio.

No fue posible arrancarla una sola palabra; y cuando el religioso que la acompañaba señaló la cruz verde cubierta por el velo sombrío, ella volvió su rostro alargando el brazo derecho con un gesto de abominación. Entonces espantoso bramido, semejante a la explosión de una mina, estalló a la vez en todo el Zocodover. Oíanse vociferaciones brutales e inmundas.

¡Os ha retado! ¿y por eso lloráis? exclamó la condesa dulcificando el tono , ¿os ha maltratado acaso? Me ha dicho palabras que me han afectado mucho. Es un hombre falso y cruel, ¿verdad? , señora, es un hombre falso y cruel. ¡Bah! no reparéis en sus maneras brutales.

Ve pensando mientras yo recuerdo estos sucesos que puedo demostrarte, en que pobre choza o en que miserable zahurda estaba metida entonces tu desarrapada y salvaje parentela. Las brutales persecuciones de Demetrio Soter, después de la funesta batalla y de la heroica y gloriosísima muerte de los Macabeos, movieron a mi familia a emigrar a España.

En el fondo de alguna cueva estaba la víctima, rota de cansancio, sacudida por el delirio, viendo todavía la sucesión de asaltantes brutales con el rostro dilatado por un entusiasmo simiesco. El grupo miserable tendía en círculo sus manos hacia aquel hombre cuya riqueza conocían todos.

Los caballos, hábiles para pisar terreno sólido, tienen que atravesar á veces masas de nieve blanda, movediza aún, y mientras uno se hunde hasta el pretal, otro se encabrita sobre la nieve amontonada. La tempestad que silba junto á sus orejas, los cristales de nieve que le entran en los ojos y en las narices y los ternos brutales de los cocheros, los irritan y casi los enloquecen.

Por todos los caminos que cruzaban el terreno dirigiéndose al gran centro de población como los rayos de una rueda convergen en el cubo, oíanse el campanilleo de los collares de los caballos, el rodar de los carros, el chasquido de los látigos y el eco de voces brutales. Era el feo límite en donde comienza la actividad del torbellino de la vida de París.

Todos cuantos han tenido la desgracia de trabajar en conspiraciones burdas saben perfectamente que los despabilados y parlanchines forman a sus espaldas una guardia de hombres soeces y brutales, que sirven para dar a la idea, en la ocasión precisa, su voz estentórea, su brazo salvaje y su representación apasionadamente popular.

Don Marcos seguía anunciando la reacción, la contraofensiva para el día siguiente, como si estuviese en misteriosa correspondencia con el Cuartel General. Y la cólera que despertaba en él este fracaso diario de sus vaticinios iba á desplomarse sobre los que jugaban.... ¡La vida, la indecente vida, con sus apetitos que no conocen la moral, con sus egoísmos brutales!

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