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Actualizado: 30 de septiembre de 2025
En un principio habían sonreído y hasta habían dejado escapar de sus labios alguna palabra galante; pero muy pronto cesaron las galanterías y se apagó la sonrisa. Todos concluyeron por brincar graves y silenciosos, como si una mano invisible descargase latigazos sobre ellos para que lo hiciesen. Marta cerraba de vez en cuando los ojos, y de esta suerte evitaba el mareo que empezaba a acometerle.
¡Qué desfachatez! decía Foja. Es un insensato; no sabe lo que es diplomacia, lo que es disimulo advertía Mourelo. Y yo que no quería creer a usted cuando me decía que se había quedado a comer con ellos.... ¡Ya ve usted! exclamó Glocester triunfante. ¿Y a dónde van los otros? Al Vivero, de fijo; ya sabe usted... a brincar y saltar como potros.... ¡Esas son las clases conservadoras!
Hoy mismo, con más denuedo que el Cid Campeador, irá a pedir a mi señor padre esta blanca mano, que tomará la rienda y le obligará a salir de su paso de mula de canónigo y a brincar y a estar más avispado que tu hermoso caballo negro.
Se puso ella un lindo traje de amazona y montó en su caballo favorito, una jaca viva y revoltosa de miembros finos y ojo ardiente. ¡Oh, qué gozoso espectáculo ver a aquella apuesta joven brincar sobre ella, revolverla, agitarla, lanzarla, contenerla, ponerla furiosa y calmarla a su talante!
Procuraba sofocar sus deseos, apagar la impaciencia; mas a despecho suyo un diablo tentador hacía brincar su corazón de gozo cada vez que tal pensamiento le acudía al cerebro. Con astucia infernal, Salabert hacía lo posible por introducir la desconfianza en el ánimo de su esposa. Unas veces de un modo solapado, otras cínico y brutal, vertía en su alma el veneno de la sospecha.
El tabaco los rodeaba: habíalos metidos en él hasta media pierna: a todos les volaba por hombros, cuello y manos, y en la atmósfera flotaban remolinos de él. Los trabajadores estribaban en la punta de los pies y lo que se movía para brincar era el resto del cuerpo, merced a repetido y automático esfuerzo de los músculos; el punto de apoyo permanecía fijo.
Este pensamiento me sobresaltó. Aproveché la primer coyuntura para entrar en conversación aparte con la superiora. Con cierta astucia, que no había reconocido en mí hasta entonces, fui llevándola adonde era mi propósito, y pude averiguar una noticia que hizo brincar a mi corazón. La hermana San Sulpicio necesitaba renovar sus votos en el mes entrante, que era cuando terminaban los cuatro años.
En este momento entró Momo mal engestado, precedido de Golondrina cargada de picón. Traía las manos y el rostro tiznados y negros como la tinta. ¡El rey Melchor! gritó al verlo Marisalada. ¡El rey Melchor! repitieron los niños. Si yo no tuviera más que hacer respondió Momo rabioso que cantar y brincar como tú, grandísima holgazana, no estaría tiznado de pies a cabeza.
Una mirada severa del toro bastó para hacerle brincar la barrera sin poner el pie en el estribo. La corrida fue rica en incidentes. Caídas, choques, atropellos, saltos mayores que el de Alvarado, de todo hubo, hasta cogidas, lo cual, en verdad que parecía imposible.
Aumentaba mi júbilo el placer de estrenar un vestido como jamás había usado, y así que estuve ataviada, me contemplé largo rato en silenciosa admiración. Y en seguida me eché a brincar y saltar en un acceso de exuberante felicidad, y en un corredor, casi, casi, doy a mi tío contra el suelo. ¿A donde vas así, sobrina?
Palabra del Dia
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