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Actualizado: 30 de septiembre de 2025


Mientras tanto, los ojos saltones de su camarada le miraban con tal expresión amenazadora que parecía que iban a brincar de las órbitas y lanzarse sobre él; crecían por momentos como los de una langosta. ¿Y por qué de patatas guisadas? Yo tengo tantos hígados como usted, ¡porra! y lo he probado en la acción de Orduña y en la de Unzá, y por algo tengo en mi casa seis cruces.

Solía permanecer callado y taciturno algún tiempo, durante el cual Mendoza le seguía el humor y se mostraba más taciturno todavía, aunque sin motivo alguno. Al fin, cuando los malos pensamientos de Miguel se disipaban, rompía súbito el silencio poniéndose a cantar o a brincar, si es que no se le ocurría alguna cosa para embromar a su amigo: Oyes, Perico, ¿sabes lo que estoy observando?

-No -dijo Sancho Panza-, a me parece la más hermosa criatura del mundo; a lo menos, en la ligereza y en el brincar bien yo que no dará ella la ventaja a un volteador; a buena fe, señora duquesa, así salta desde el suelo sobre una borrica como si fuera un gato. ¿Habéisla visto vos encantada, Sancho? -preguntó el duque.

Le parecía que su ser trasmigraba súbito al de un ángel, que en su espíritu se cumplía un misterio inefable y augusto. Le acometían impulsos de reír y llorar al mismo tiempo. Se hallaba en la situación de un desterrado a quien restituyen de repente al seno de su patria y su familia. Necesitaba hacer esfuerzos sobre mismo para no brincar, para no gritar y reír como un oxigenado.

Por eso dijo Voltaire, con razón, que el pueblo vasco es un pequeño pueblo que baila en la cumbre de los Pirineos. Después de saltar y brincar emprendimos la vuelta entre la algazara de los chiquillos y las canciones de los mozos. A primera hora de la noche ya estábamos otra vez en Lúzaro, en la plaza, bailando.

Ya le parecía hallarse en la cueva de Montesinos; ya ver brincar y subir sobre su pollina a la convertida en labradora Dulcinea; ya que le sonaban en los oídos las palabras del sabio Merlín que le referían las condiciones y diligencias que se habían de hacer y tener en el desencanto de Dulcinea.

La generación que se presentó á sucederlos en el cargo que dejaban, considerando, á la primera ojeada, que celebrándose algunas romerías á mucha distancia de la población, era preciso, para volver con el crespúsculo á casa, suspender el baile apenas empezado, ó empezarle con los garbanzos aún entre los dientes; considerando además que para las señoras, rendidas de brincar, era demasiado largo y penoso y hasta peligroso, el camino por las callejas de San Juan y San Pedro, y considerando otras varias circunstancias no menos graves, y, por último, que la gente del buen tono nada tenía que ver con las rosquillas, cazuelas de guisado, perés y otros groseros excesos de las romerías.

Por otra parte, tampoco Miguel era de natural melancólico, como ya sabemos; Julia y él se entendían admirablemente para bromear, reír, bailar y hasta brincar por la casa. Y como la alegría es contagiosa, algunas veces, muy pocas, también la brigadiera participaba de ella y sonreía a sus juegos.

Fue de ver entonces a Miguel correr por la sala y brincar sobre las mesas con el Cristo en alto, perseguido de cerca por el cura, que cuando le tenía al alcance de la vara, se la arrimaba a las carnes no suavemente. Los alumnos que aún viven recordarán seguramente aquel incidente chistoso, que terminó mandando a Miguel al encierro y poniéndose otro chico en su lugar.

Id... su seno palpita... su ojo brilla, y el viento levanta su negra cabellera y deshoja su guirnalda de flores; después, murmuraréis a su oído: Amor mío... cuán dulce me será respirar esta noche a tu lado el perfume de los almendros... Y ella se lanza más vivamente aún, y su brazo os ha oprimido tan fuertemente que habéis sentido su corazón brincar bajo su mantilla.

Palabra del Dia

aprietes

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