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Actualizado: 21 de junio de 2025


Juan Montiño, que se había descubierto respetuosamente dejando ver por completo su simpático y bello semblante y su hermosa cabellera rubia, sacó en silencio de un bolsillo de su jubón el brazalete real de que se había apoderado y que en tantas confusiones le había metido, y le entregó á la dama. ¡Ah! exclamó ésta tomándole con ansia.

Probablemente había acudido a la cita alimentando la vana ilusión de ver si podía desembarazarse de su peligrosa posición; pero el hombre a quien llamaba Herberto descubrió pronto que él era el dueño de todos los honores en la partida empeñada. Vamos le dijo al fin, en su grosero lenguaje, si es verdad que no tienes dinero, dame el brazalete y asunto concluido.

Los cerró Sol venturosa de verse tan querida por su amiga, y cuando los abrió, se vio en el brazo, e hizo por quitarse con un gesto que Lucía le detuvo, un brazalete de cuatro aros de perlas margaritas. , , es muy rico; pero yo quiero que lo tengas. No: nada, nada que me digas: ¿ves? yo tengo aquí otro, de perlas negras. ¡Y nunca, nunca te lo quites!

Estos peros habían hecho una devanadera de la cabeza de Juan Montiño. No podía tener duda de que aquel brazalete era una prenda real, que había quedado por un acaso en su mano, al desasir de ella violentamente su brazo la tapada; ¿por qué la tapada llevaba aquel brazalete si no era la reina? y si era la reina, ¿por qué le había dejado voluntariamente otra prenda, la sortija?

Disputas de chicas.... Algunos golpes.... Nada entre dos platos.... Esto se arregla en dos segundos.... , chiquita, a la cama.... Mañana le darás un beso; la regalarás un brazalete.... Todo arreglado, todo arreglado comenzó a gruñir con el desenfado del que está en su casa. El oficial apenas tuvo valor para murmurar: Señor duque, tendría mucho gusto en complacerle ... pero mi obligación....

Sintió un zumbido sordo en sus oídos, y delante de sus ojos una nube turbia que los empañaba. Había visto en el centro del brazalete una placa de oro, y sobre ella, esmaltadas y entrelazadas, las armas reales de España y las imperiales de Austria. Aquella prenda era efectivamente de gran valor; pertenecía, á no dudarlo, á las alhajas de la corona.

Todo el mundo tuvo noticia en seguida de este pequeño contecimiento, excepto el señorito L'Ambert, que había marchado al Poitou, con objeto de asistir al entierro de un tío suyo. Cuando volvió a la Opera, la señorita Victorina Tompain poseía un brazalete de brillantes, unas dormilonas de brillantes, y un corazón también de brillantes, pendiente de su cuello a manera de araña de salón.

En su puño se veía, y se vería por largo tiempo, la señal causada por el brazalete de vergüenza. Todos los horrores de su infamante vida se presentaron á su imaginación y acudió á su memoria la imagen del capellán que le exhortaba á la resignación en memoria de los sufrimientos divinos. Entonces no esperaba que cambiase su destino.

Atado además de sutilísima cadenilla, pendiente de un brazalete, llevaba esta señorita, para colmo de distinción caprichosa y rara, un magnífico escarabajo vivo, que se le paseaba por el brazo, el talle y la desnuda garganta y cuyo refulgente color verde oscuro le hacía parecer animada esmeralda. La mamá nada tenía de extraño en su tocado y vestido.

Por el momento le deslumbró el brillo del brazalete; estaba cuajado de diamantes; su valor debía subir á muchos miles de reales; Juan Montiño se aterró.

Palabra del Dia

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