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Actualizado: 27 de junio de 2025


Don Germán Botella, joven físico alicantino, asegura que ha encontrado un procedimiento para obtener oro descomponiendo el mercurio, y nos ofrece pruebas. ¿Por qué no nos ofrece algunos billetes de mil pesetas? Repartiendo oro, el Sr. Botella nos podría convencer fácilmente de cualquier cosa; pero, sobre todo, nos podría convencer de que tenía oro.

Imposible encontrarlo mejor en todo París. Al ver que él asentía con un movimiento de cabeza, se aproximó el camarero, y sin necesidad de preguntar qué deseaba la parroquiana, trajo por su propia iniciativa una botella de whisky y dos copas. Después de llenar éstas se alejó, no sin dirigir á Robledo una mirada y una sonrisa iguales á las de la dueña del establecimiento.

RECETA MÁS PRÁCTICA. Se escaldan y pelan los tomates, pasándolos por un tamiz; después, bien disueltos y muy bien mezclados, se pone por cada litro de líquido un gramo de ácido salicílico, se baten mucho y se vierten en botellas de cierre automático; se ponen unos dos centímetros de aceite de oliva en cada botella.

Es preciso ajustarle bien las cuentas...». La cojita se presentó otra vez en el corrillo mostrando la enorme llave de la perrera; la esgrimía como si fuera una pistola, con amenaza homicida. Realmente estaba furiosa, y el topetazo de su pie duro sobre el suelo tenía una violencia y sonoridad excepcionales. En esto llegó Fortunata trayendo una botella, que al punto le arrebató Sor Marcela.

La gente de la finca, Duchêne, Anita, Robin, Dubourg, formando un semicírculo, miraban a Gaspar con aire extático; Luisa llenaba de vez en cuando la copa; la madre Lefèvre, sentada cerca del horno, revolvía la mochila y, al no ver mas que dos camisas viejas muy sucias, con agujeros como puños, unos zapatos torcidos, betún para la cartuchera, un peine con sólo tres púas y una botella vacía, levantó las manos al cielo y se apresuró a abrir el armario de la ropa blanca, murmurando: ¡Señor! ¿Cómo extrañarse de que muera tanta gente de miseria?

Nombren al ruin... dijo Amaranta, viendo aparecer en el salón al poeta de los chistes. Arriaza, Arriaza exclamaron diferentes voces salidas de distintos lados de la estancia . A ver, léanos usted la oda <i>A Pepillo</i>. Atención, señores. Es de lo más gracioso que se ha escrito en lengua castellana. Si el gran Botella la leyera, de puro avergonzado se volvería a Francia.

Pues no escapará, ni su padre tampoco. Lo mismo digo yo exclamó Aldama, que estaba muy pesaroso porque el amo del café no le había querido fiar una botella de Málaga. Chitón, que viene alguien. ¿Quién es? ¡Ah! Lázaro Lázaro entró y saludó á su amigo. Buenas noches, buena pieza le dijo el Doctrino.

Largas horas trascurrían sin hablarse y más de una vez tomaban asiento en la mesa conservando cada uno el libro que leía y al que servía de atril la copa o la botella que se tenía delante. Así había pasado la hora empleada en comer una tarde en que Ricardo rompió el silencio diciendo: ¡Vamos a levantarnos de la mesa roncos! Ustedes han dado en no hablar. Seguimos tu ejemplo.

Será viejo como yo dijo Carnicero tomando la copa . Pues brindo.... Las tres copas chocaron con alegre campanilleo, debido principalmente al temblor del pulso de D. Felicísimo. Brindo por la felicidad de España. Que ya está segura. Otra copa. Hombre.... Otra. Orejón llenó obra vez las tres copas, con no poco sentimiento de Tablas, que alejado por el respeto, contemplaba las mermas de la botella.

Por fortuna, aunque muchas veces el negocio se arregla a cuchilladas ó por lo menos á los mas bofetones y golpes, generalmente la tempestad de roncas y baladronadas termina por una reconciliacion en la taberna, jurada sobre la botella entre una nube de humo de tabaco, quizas al son de la guitarra.

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