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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Y metiendo en la mano del niño la moneda de cobre y entre sus labios la botella destapada y terciada aún de vino, la inclinó, la mantuvo así hasta que todo el licor pasó al estómago de Perucho.
Repite antes, ¡por San Clemente de Alejandría! que bebes por las glorias del rey de Francia, si no quieres que te rompa la cabeza de un botellazo. Manuel repitió: Por la gloria del rey de Francia... Y el vizconde y el ayuda de cámara empinaron cada cual su botella.
Pero esperaba dar con una buena botella buscando un poco. ¿En qué casa respetable no se encuentra whisky para los amigos? Cuando terminemos, lord dijo el coronel, escandalizado por esta invitación que atentaba contra los ritos. Los cuatro padrinos y el médico estaban en una sala del piso bajo, adornada con trofeos de armas antiguas.
Naturalmente decía Ido a cada instante, echando ansiosas miradas en redondo por ver si aparecía la chuleta. Jacinta entró con un plato en la mano. Tras ella vino Blas con el mismo velador en que había almorzado el señorito, un cubierto, servilleta, panecillo, copa y botella de vino.
La disputa acabó por tirarse las copas á la cara, y no debieron andar por el aire las copas solamente, sino alguna botella, porque uno de los contrincantes tenia una herida bastante profunda, hácia la quijada derecha.
Temblorosa, azorada, fué a buscar una botella de vino. Aunque un poco menos indignado, tampoco quiso recibirla; repitió con mayor énfasis, pero no más claridad, la orden que había dado. Al cabo, a fuerza de aguzar el oído, la sirvienta vino a entender que su amo pedía un ponche de ron.
Pero la Dura tenía todo su ser embargado por la ardentísima ansiedad física que experimentaba, y sus ojos de águila se fijaron en Severiana que escanciaba en un vaso algo del contenido de una botella.
El severo papel verde botella del salón realzaba su blancura. Marta tenía frente a sí a las señoras de Delgado; tres hermanas, una viuda y dos solteras. Todas pasaban de los cuarenta. Las solteras no fiaban de su juventud, pero tenían absoluta confianza en el poder de sus espaldas lustrosas y en sus brazos redondos y crasos.
Si quiere darme algo, se lo agradeceré; si no me da nada, me contento con la botella: un regalo de príncipe... Váyase, Robledo; este sitio no es para usted. Pero él permaneció inmóvil, deseando excitar su memoria para saber algo más de su misterioso pasado. ¿Y Canterac?... ¿Encontró usted alguna vez al capitán Canterac?...
Y si pones en duda mi palabra, que es palabra más que de rey, ¡ya quisiera Su Majestad...!, te reto en singular combate. Y se pone en pie, empuñando la botella por el cuello. Por la frente dramática de Apolonio cruza un negro pensamiento. Ahí está Belarmino, desmedrado e inerme, a su merced. Un botellazo en la cabeza, y asunto concluído. Que luego le procesarían, ¿y qué?
Palabra del Dia
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