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Actualizado: 20 de junio de 2025


Entre aspirar aquellas que le parecían suavísimas emanaciones y hacer esfuerzos por ajustarle el guante, lo menos tardó diez minutos en meter los catorce botones por sus correspondientes ojales; hecho lo cual se dejó caer sudoroso sobre la silla, diciendo: ¡Qué trabajos! A lo que ella repuso: Para otras fatigas tendrá usted más habilidad.

Este prurito de ajustarle los galicismos al Faro, fué una de las manías que tuvo El Joven Sarriense o sea el colega local, como le llamaba siempre aquél, a fin de evitar el nombrarlo, por no dañar al profundo desprecio que ansiaba mostrarle.

¡Quién soy!... gritó Fortunata con desesperación . Una persona decente... , ya se conoce... Aurora, ¡por Dios!... ¿Qué es esto? Una persona decente, que he venido a ajustarle la cuenta a este serpentón que tiene usted en su casa. Y también es calumniadora. Cállese usted y váyase muy enhoramala... ¿Pero qué es esto, Aurora?... ¡Jesús!, sangre en la cabeza.

Las personas de la familia, a quienes él quería, eran las más ineptas para dominarle, pues contra ellas iba la descarga de su recelo furibundo. «Bueno, bajaré dijo Maxi tomando su sombrero . Tengo que ajustarle las cuentas al señor de Ballester. De no se ríe más... Y en último caso, que me lo diga cara a cara. ¿A que no se atreve?

Sus orejas diminutas balanceaban las arracadas de diamantes de una abuela. Las criadas la seguían como a una paloma que se escurre. Una buscaba ajustarle las viras del zapato; otra, enderezarle el cinturón de tela de oro recamado de aljófar.

La imaginación siempre exaltada de los madrileños aderezó el hecho con interpretaciones y comentarios, y unos vieron en él un manejo político, otros una rivalidad femenina, algunos una señal de reconciliación entre el mundo devoto y el profano, y varios, los que se decían más enterados y eran más hábiles en aquello de ajustarle las cuentas al prójimo, vieron, por el contrario, una emboscada peligrosa que la más inflexible de las beatas tendía a la más tolerante de las pecadoras; un reto del calendario piadoso a la mitología pagana; un combate singular entre la marquesa de Villasis, que arrojaba el guante, y la condesa de Albornoz, que se apresuraría sin duda a recogerlo.

Es preciso ajustarle bien las cuentas...». La cojita se presentó otra vez en el corrillo mostrando la enorme llave de la perrera; la esgrimía como si fuera una pistola, con amenaza homicida. Realmente estaba furiosa, y el topetazo de su pie duro sobre el suelo tenía una violencia y sonoridad excepcionales. En esto llegó Fortunata trayendo una botella, que al punto le arrebató Sor Marcela.

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