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Actualizado: 14 de junio de 2025
La marquesa de Vegallana, todavía de azul eléctrico, se levantó de su silla de raso carmesí con respaldo de nogal, y abrazó sin que pareciera mal, a su querida Anita. Hija, gracias a Dios, creía que era el desaire ciento uno. La Marquesa también había puesto empeño en que Ana asistiera al baile y a la cena, «que tendría la élite en petit comité». Todos estos galicismos los había importado Mesía.
Esto duró hasta que los del Saloncillo adquirieron otro diccionario de galicismos. Entonces ambos periódicos comenzaron a hilar tan delgado en esta materia, que al fin concluyeron por olvidar el purismo y volver a su estilo libre, feliz e independiente. Además, la disputa se había ido exacerbando de tal suerte, que las ligaduras clásicas les embarazaban para insultarse.
Y es lo singular que, después de todas mis censuras y después del mal efecto que me produce la multitud de insufribles galicismos que hay en El Extraño, todavía persisto en ver en el autor muy notables prendas de novelista. Sólo las desluce la manera de escribir a la última moda y de imaginar que hay novedad y mejora en ello.
Este prurito de ajustarle los galicismos al Faro, fué una de las manías que tuvo El Joven Sarriense o sea el colega local, como le llamaba siempre aquél, a fin de evitar el nombrarlo, por no dañar al profundo desprecio que ansiaba mostrarle.
Palabra del Dia
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