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Actualizado: 27 de mayo de 2025
No por cierto, don Francisco, porque os temo; aún tengo sobre mí los cardenales de los cintarazos que me apretásteis la noche pasada, y sé que conviene estar bien con vos, porque yo tengo para mí que aunque os metieran en una botella y taparan con pez encima, habíais de escaparos.
Cierta tarde, con la seguridad que le dieron de que Peña había ido de paseo hacia la Escombrera con don Rosendo, nuestro Sinforoso se arriesgó a entrar a beber una botella de cerveza en el café de la Marina.
Pues allí lo tiene usted, en aquel rinconcito. ¡Qué loca eres, Pepita! exclamó Joaquinita, riendo también. En el rincón que señalaba con la mano había una mesilla, y sobre ella una botella de agua con algunos vasos. En nuestros buenos tiempos, poníamos azucarillos. Era el siglo de oro de la casa de Anguita. Ahora, hijo mío, estamos en plena decadencia.
Y con la tranquila serenidad de los que no tienen por qué ocultar su amor, se besaron ruidosamente, sin fijarse en el asombro de la mujer del ventorrillo que recogió la botella. El cochero, sin aguardar órdenes, arreó los caballos camino de Madrid. Ya tenemos ama murmuraba soltando latigazos a sus bestias . A casa pronto, antes que el señorito se arrepienta.
Y mientras el cochero corría a un ventorro inmediato, Luis intentó tranquilizar a su mujer. Vamos, Ernestina, serenidad. No es para tanto. Esto es ridículo. Pareces una niña. Pero ella aún gemía cuando llegó el cochero con una botella llena de agua. En la precipitación había olvidado el vaso. No importa, bebe. Ernestina cogió la botella y se levantó el velillo. Ahora la veía bien su marido.
Cuando la botella de champaña hubo resucitado en el cubo por tercera vez, la marquesa, que parecía envidiar á los que daban vueltas en el centro del salón, dijo con su voz quejumbrosa de niña: ¡Quiero bailar, y nadie me saca!... Su marido se levantó, como si obedeciese una orden, y los dos se alejaron girando entre las otras parejas.
Nada puedo ver, contestó el interpelado con melancólico acento, porque con las prisas que vos nos dáis siempre que se trata de ir á romperse el alma con alguien, tengo atragantada una ostra como el puño y no puedo olvidar la botella de vino de Chipre que tuve que dejar sobre la mesa, sin más que catarlo.
Izquierdo entró con una botella de cerveza y detrás el mozo del café de Gallo con un grande de limón, ponchera y copas. «La señora dijo él queriendo ser amable , va a tomar un vasito de cerveza con limón». ¡Quite usted allá! replicó la dama . Yo no bebo esas porquerías. Se lo agradezco... A Fortunata la invitaron también; pero ella no quiso tampoco tomarlo, y pidió leche.
Un mozo se llegó á nuestra mesa. Pedí dos chuletas de carnero. ¡Deux côtelettes de mouton! gritó el mozo con una bizarría de voz tal, que mi mujer estuvo á pique de dar un respingo. A poco estaban allí las dos chuletas, una racion de pan y una botella de vino Macon.
Antes de que se vaciase la botella, otra ocupaba instantáneamente su sitio, cual si acabase de crecer del fondo del cubo. La marquesa, que miraba á todos lados con cierta impaciencia, sonrió de pronto haciendo señas á un señor que acababa de entrar. Era Fontenoy, y vino á sentarse á la mesa de ellos, fingiendo sorpresa por el encuentro.
Palabra del Dia
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