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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Había comido mal, dejando casi intactos los platos; en cambio había bebido una botella de Borgoña famoso, y varias copas de licor á continuación de dos tazas de café. Desde la escalinata del hotel abarcó en una mirada destructora la plaza, el Casino, los jardines.
Entre los diferentes vinos que se sirvieron era uno de ellos de una casa de Alemania, única en el mundo que lo tiene, cuya botella valia quinientos francos. ¡Sopla! exclamé yo, mirando á mi mujer. Pues si ha tenido algunos convites como ese, bien puede el tal Vefour tener el riñon, bien cubierto. Au revoir, garçon. Hasta la vista, mozo. Au revoir, monsieur et madame.
Se veía a los marineros acostados entre los platos y los restos del festín de la noche, y todo en el desorden más completo; las brújulas derribadas, las jarcias y las cuerdas confusamente mezcladas, armas y vasos hechos añicos, toneles desfondados dejando correr sobre el puente ríos de vino y de aguardiente... Aquí, bravos camaradas dormidos, en las posiciones más extravagantes, y oprimiendo aún una botella de la que no quedaba más que el cuello, parecidos a esos fieros guerreros musulmanes, que, ya muertos, aun conservaban el puño de la daga.
Si entraba en un café, Manín se atracaba de cuarterones de vino tinto mientras él solía beber con parquedad una copita de moscatel. Pero siempre pedía una botella y la pagaba, aunque la dejase casi llena.
JOAQUÍN. Los langostinos estaban muy buenos; el bistec me ha rejuvenecido. ¡Bendita seas tú, que siempre tienes ideas grandes! Eso de sorprenderme con dos botellas de Champagne prueba que en ti todo es noble, lo mismo el corazón que la cabeza. Dejaremos una botella para mañana, porque la economía es la primera de las virtudes; no, la segunda, que la primera es cuidarse bien.
Nos sirven una buena sopa, un plato de gallina, dos entremeses, una botella de Burdeos inferior; y al llegar á los postres, el elegante garçon entra con una batea llena de primores: porciones de manteca, ruedas delgadas de salchichon, peras, ciruelas, rábanos muy pequeños, dulces y otras curiosidades. Nosotros nos imaginamos ver abiertas las puertas del paraíso terrenal.
No hemos conquistado más que unas cuantas fórmulas. ¿Y de eso quién tiene la culpa sino los liberales, que nos hablan del orden y vuelta con el orden?... ¡Eso mismo decía yo! exclamó el Curro, probando de nuevo la botella, que sin duda le había gustado. Enseñar al pueblo á pedir justicia; y si no se la dan, á hacerse justicia por sí mismo es lo que conviene dijo el Doctrino.
Y así estuvieron inmóviles largo tiempo, como si no la hubiesen visto nunca, hipnotizados por aquella cara de mofletes luminosos suspendida en el horizonte. Un norteamericano arrojó una botella con dirección al astro. Había que dar de beber a la gran señora. E inmediatamente, como si esta locura fuese contagiosa, una lluvia de botellas vacías o sin destapar fue cayendo en el Océano.
Por mí... murmuró Amparo. Ana se acercaba también, trayendo una servilleta anudada, que desató y tendió sobre el brocal del pozo. Reducíase la merienda a unos pastelillos de dulce y una botella de moscatel, regalo de Baltasar.
Un hombre del campo me indicó que por allí no había agua. Volví al barco y esperé a que llegara Allen. Este traía víveres, que devoramos, y una botella de cerveza. Después de comer dijo: Ahora les tengo que contar lo que me ha pasado y la proposición que me han hecho. He ido al pueblo, he entrado en la tienda a comprar la comida; me han preguntado quién era, de dónde venía.
Palabra del Dia
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