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Actualizado: 31 de octubre de 2025


El camino atravesaba este río por un puente de un solo arco; luego remontaba la pendiente opuesta trazando un surco blanco á través de un arenal inmenso, árido y absolutamente desnudo, cuya cima cortaba el cielo sensiblemente á nuestro frente. Cerca del puente, en el borde del camino se levantaba un casucho solitario, cuyo aire de profundo abandono, oprimía el corazón.

¡Al campo! ¡al campo! Todos van al campo. Todos, , todos. Adela y Pedro Real, Lucía y Juan, y Ana y Sol. Y, por supuesto, las personas mayores que por no influir directamente en los sucesos de esta narración no figuran en ella. ¡Al campo todos! El médico llegó aquel domingo en momentos en que Ana abría los ojos, que a Sol arrodillada al borde de su cama fue lo primero que vieron.

Al frente se destaca la masa de la ciudad, sin perspectiva de calles, porque los edificios están como amontonados sobre el borde de la barranca, cual si quisiesen todos mirarse, por los huecos de sus innumerables balcones y ventanas, en las ondas azules y trasparentes del fondo del abismo, y aspirar las brisas de las campiñas de la márgen derecha.

Todos estos datos contribuyeron a hacerme creer que aquella gente era bastante misantrópica y extraña. Después de almorzar y descansar en la venta, me fuí por el borde de las dunas adelante. Serían las cuatro y media, cuando vi al capitán y a su hija, que volvían, hacia su casa, por la playa. El iba despacio; ella corría, tiraba piedras, gritaba.

A la izquierda de la chimenea, Dolores, sentada en una silla baja, sostenía en el brazo al niño de pecho, el cual, vuelto de espaldas a su madre, se apoyaba en el brazo que le rodeaba y sostenía, como en el barandal de un balcón, moviendo sin cesar sus piernecitas y sus bracitos desnudos, con risas y chillidos de alegría, dirigidos a su hermano Anís; este, muy gravemente sentado en el borde de una maceta vacía, frente al fuego, se mantenía tieso e inmóvil, temeroso de que su parte posterior perdiese el equilibrio y se hundiese en el tiesto, percance que su madre le había vaticinado.

El 8 de Marzo, esto es, á los nueve dias de su captura, sufrió el desgraciado la pena de horca y su cabeza, dentro de una jaula de hierro, estuvo expuesta al público en la Guaira, mientras sus mutilados miembros fueron distribuidos entre varios pueblos y fijados en escarpias al borde de los caminos.

Dieron vuelta hacia la otra parte los guardias y el público para cogerle; pero él se escurrió por el borde del arroyo, metió los pies en el agua cuando le faltó el terreno, y buscó un refugio en el agujero negro de la alcantarilla por donde aquella agua blanquecina y nada limpia desembocaba.

Pensó en los cementerios de su América, verdes, rumorosos, abundantes en flores y mariposas, verdaderos jardines que sirven de lugar de cita á los enamorados y asoman sus tumbas entre frescas arboledas al borde de riachuelos que se deslizan bajo puentes rústicos.

Porque la luna jamás resplandece sin traerme recuerdos de la bella Annabel Lee; y cuando las estrellas se levantan, creo ver brillar los ojos de la bella Annabel Lee; y así paso largas noches tendido al lado de mi querida, mi querida, mi vida y mi compañera, que está acostada en su sepulcro más allá de la mar, en su tumba, al borde de la mar quejumbrosa.

El apuntador concentraba toda su vida en los ojos, é inclinado sobre la pieza la movía, buscando la parte sensible de aquel cuerpo gris y prolongado que asomaba á flor de agua lo mismo que un cetáceo. De pronto, una nube de astillas voló cerca de la proa del vapor. Un proyectil enemigo acababa de chocar con el borde de los techos que cubrían la cocina y los ranchos de la tripulación.

Palabra del Dia

sans-faon

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