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Actualizado: 30 de junio de 2025


Su palabra elocuente, un tanto enfática y voluptuosa, se apretaba, al salir, entre los dientes y los labios, al mismo tiempo que llevaba ambas manos al vientre y se contoneaba delante de las señoras como un palomo que corteja a la paloma dando vueltas en el borde del mechinal.

La torre, que había presenciado en otros siglos ejecuciones y combates de piratas, cascarón de piedra de trágico vacío disimulado por la nítida enjalbegadura de los muros, atrajo luego la atención del muchacho. Iba hasta la puerta con lenta precaución, como si un enemigo le aguardase al pie de la escalera, y ocultando el cuerpo en el borde del muro, avanzaba sólo un ojo y parte de la frente.

17 Y asentó las columnas delante del templo, la una a la mano derecha, y la otra a la izquierda; y a la de la mano derecha llamó Jaquín, y a la de la izquierda, Boaz. 5 Y tenía de grueso un palmo, y el borde era de la hechura del borde de un cáliz, o flor de lis. Y hacía tres mil batos.

El borax es muy eficaz en la oftalmía crónica con alteracion del borde libre de los párpados é inversion de las pestañas, y en las fluxiones asténicas de las mucosas, cuando se observa la inactividad del sistema linfático con secreciones aumentadas, hemorróides mucosas, pérdida del apetito, digestiones difíciles, disposicion á la diarrea, incomodidad en el pecho.

Rendido de fatiga, con el estómago revuelto por el hedor, me metí en casa. Dentro de la quinta, había casi tantos insectos como fuera. Entraron por las aberturas de las puertas y ventanas, por los tubos de las chimeneas. Al borde de los tableros y en los cortinajes, roídos ya, se arrastraban, caían, volaban, trepaban por las blancas paredes, con una sombra gigantesca que hacía mayor su fealdad.

Volviose a su habitación y quiso escribir a Antonia; pero no pudiendo coordinar sus ideas, arrojó la pluma, y con la frente apoyada sobre el borde de la mesa, quedó inmóvil y sin conciencia de mismo hasta que vino a sacarle de su marasmo la voz de José, diciéndole que le aguardaba el doctor. Sin despegar los labios se levantó Amaury y siguió al criado.

Miradle, ya está en el borde del precipicio fatal, ya está escrita en la cartera la palabra á Dios; ya vuelve en torno su cabeza desgreñada, su semblante pálido, sus ojos hundidos é inflamados, sus facciones alteradas; y ántes de consumar el atentado se queda un momento en silencio, y luego reflexiona sobre la naturaleza, sobre los destinos del hombre, sobre la injusticia de la sociedad. «Esto es exagerado, dice con impaciencia Eugenio; en el mundo hay mucho malo, pero no lo es todo.

¿Y el cabayo? ¿dónde lo has dejao? Rafael explicó su viaje. El caballo estaba en el ventorro de la Corneja, a dos pasos de allí; una cabaña al borde de la carretera. Bien necesitaba descansar, pues había venido al galope desde el cortijo. Aquel sábado había sido de trabajo.

Besó al niño en la frente, lo levantó en alto en sus brazos, se puso de pie sobre el borde de la ventana y se dejó caer de una altura de cuarenta metros. Su cuerpo se estrelló contra las piedras; el niño, sostenido en sus brazos, no había tocado el suelo, cuando fue recogido por los asistentes.

Febrer fue a sentarse en el borde de un gran peñasco avanzado, de un fragmento de roca desprendida de la costa que se inclinaba peligrosamente sobre los escollos.

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