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Actualizado: 10 de junio de 2025
Otros grupos de paseantes destacábanse a lo lejos como hormigas trepadoras. Andresito y el bebé quedábanse rezagados, andaban lentamente y se detenían para recalcar sus palabras con gestos vehementes. Ea, que no te creo. Me la pegaste con el artillero, te burlaste de mí... «destrozaste mi alma», ¿y ahora quieres que yo me trague esa bola de que me querías entonces y sigues queriéndome?
-Yo me tengo en cuidado el apartarme -replicó Sancho-, mas quiera Dios, torno a decir, que orégano sea, y no batanes. -Ya os he dicho, hermano, que no me mentéis, ni por pienso, más eso de los batanes -dijo don Quijote-; que voto..., y no digo más, que os batanee el alma. Calló Sancho, con temor que su amo no cumpliese el voto que le había echado, redondo como una bola.
El Rayo corría hacia el Norte. Según las indicaciones que iban haciendo los marineros, junto a quienes estaba yo, pasábamos frente al banco de Marrajotes, de Hazte Afuera, de Juan Bola, frente al Torregorda, y, por último, frente al castillo de Cádiz. En vano se ejecutaron todas las maniobras necesarias para poner la proa hacia el interior de la bahía.
Con toda claridad, y distincion se nos pinta en la imaginativa como torcido un palo metido en el agua quando está derecho: y con la misma claridad se nos representa una bola de cera como si fuesen dos, quando la movemos con los dedos atravesados, y así otras muchas cosas, en que quedamos cada dia engañados por las representaciones de la fantasía.
Será penitencia tal vez replicó la viuda en aquel tono de convicción ingenua que tomaba cuando quería jugar con la credulidad de su sobrino, como el gato con la bola de papel. Francamente, tía, eso de que pase hambres... Yo no la perdono, no puede ser... le aseguro a usted que eso... jamás, jamás, jamás.
En vista de que el objeto de su cuidado no estuviese allí, se volvió hacia el hombre del sombrero negro. Este había reparado en el maestro, pero con la astucia común en la cual siempre se estrellan los caracteres vulgares, afectó no verle. Contoneándose con un taco en la mano, aparentaba apuntar a una bola en el centro del billar.
Con una cuarta de taco que pudiera meter en la mesa el farmacéutico, golpe hecho por donde menos podía esperarse. Para una fuerza inicial como llevaba su bola, no había nada seguro en la mesa, ni en las inmediaciones las más de las veces. El Ayudante desfogaba sus contrariedades llamándole san Bruno, y chiripero, y leñador y otras cosas parecidas.
Diciendo esto, desabrochó el mas lindo seno que pudo formar naturaleza; un capullo de rosa sobre una bola de marfil parecia junto á él un poco de rubia que colora un palo de box, y la lana de los albos corderos que salen de la alberca era amarilla á su lado.
Tenía la Virgen en el brazo izquierdo, apoyado contra el corazón, a un precioso Niño Jesús con la bola del mundo, que ostentaba la cruz en lo más alto. En la mano derecha llevaba la Virgen el escapulario del Carmen. Iban delante de la Virgen, con dalmáticas e incensarios, dos diáconos, que por allí llaman jumeones.
Las bolas no rodaban como se había propuesto. Se llevaba la mano a la cabeza con desesperación. ¡Un poquito menos de bola, y la mía hubiera entrado por los palos!... Pero me veía obligado a tomar mucha bola, para que el mingo bajase; porque si no baja el mingo, ¿sabe usted? él me hace villa y se mete en casa... ¡Y a mí no me conviene eso!
Palabra del Dia
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