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Estaba en lo cierto. La buena madre era una fuente de chorro continuo para describir las mil y una enfermedades que padecía. En aquellos momentos decía sentir una gran bola en el vientre, tan fría que la helaba; al mismo tiempo se quejaba de dolor de cabeza. Para ponerme en antecedentes de la dolencia empleó cerca de media hora, con una prolijidad tan fatigosa que a cualquiera desesperaría.

¡Ya! exclamó María Valdivieso tragándose la bola. Y Currita respiró al fin algo más desahogada, porque aquella mentira, que se apresuraría la prima a propagar por todo Madrid, por habérsela dicho en secreto, dejaría a los ojos de las gentes la herida de su amor propio disimulada.

Créame esto que le voy a decir... Uno de los motivos porque le pegué fue el haber dicho eso, el haberme encajado la bola de que Jacinta era como nosotras... Y dígame, ¿no merecía el morrazo que le di con la llave por afrentar a nuestra amiguita?... ¿No lo merecía? Claro que ... Guillermina estaba confusa; no sabía si aprobar o desaprobar...

De pronto, un golpe seco. La bola había terminado su fuga circular, cayendo en un número. Se prolongaba el silencio; los rostros parecían estirarse aún más; los puños se apretaban convulsivamente. Otra vez el ruido de guijarros movidos por la ola. Las raquetas barrían el campo verde. Mal número para el público.

En realidad, la Tierra es redonda. Su figura es la de una bola ó de un globo casi esférico. Podéis daros cuenta de ese hecho de la manera siguiente. Horizontes terrestres circulares=. Primeramente, cuando se está en medio de una extensa llanura, el horizonte tiene la forma de un círculo, cuyo centro se halla ocupado por el observador.

Fortunata comprendió que también quería meterse con ella; mas no teniendo ganas de reñir, dejaba sin contestación sus refunfuños. «Mira que es pifia mandar traer esta babilla y esta falda que no sirve ni para el gato. Tienes la cabeza llena de viento. Nada, en cuanto yo me descuido, ya no das pie con bola». Fortunata empezaba a sentirse mal.

La maravilla física del agua tendida uniformemente sobre una bola á la que se adhiere sin desviarse, ese milagro, acababa de ser demostrado. Por fin era conocido el mar Pacífico, el grande y misterioso laboratorio donde, lejos de nuestras miradas, la Naturaleza trabaja profundamente la vida, elaborándonos nuevos mundos, nuevos continentes. La ley de las tempestades.

La enferma, sonriendo débilmente, tendía sus flacos brazos para coger el jarro, y bebía y bebía, con lo esperanza de que el agua deshiciese la bola ardorosa y sofocante que dificultaba su respiración, transmitiendo a todo su cuerpo el fuego de la fiebre.

Tirso se metió en su cuarto y Leocadia fue a ayudar a su madre; pero el cura salió en seguida otra vez al comedor con la faz demudada, y cogiendo el periódico, lo arrugó con fuerza y, hecho una bola, lo tiró a un rincón. Como el pasillo era muy corto, Leocadia oyó el crujido del papel estrujado y volvió corriendo, a tiempo que su hermano tornaba a encerrarse en su habitación.

El cimborrio tiene la considerable altura total de 351 piés, rematando en una cruz de bronce de 913 kilógramos de peso, que reposa en una enorme bola de bronce dorado tambien, con 7 piés de diámetro y 1,662 kilógramos de peso. Todo en este monumento tiene las proporciones de lo colosal y suntuoso.