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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Es preciso dejar que marchen los sucesos sin intervenir; Mauricio es diestro y el señor Roussel prudente; ellos conseguirán arrancarme de manos de mis perseguidores. Porque ya, para ella, su tía, Bobart y el guarda eran sus perseguidores, y se sentía dispuesta á todo para escapar.

Bobart, abrumado por esta liberalidad inesperada, se deshizo en protestas; pero Clementina, con la autoridad de una soberana sobre su vasallo, cortó aquellas expansiones entrando en un orden de ideas que le parecía más interesante: ¿Y hay noticias de Roussel esta mañana?

Bobart padre, antiguo abogado, acababa de hacer entrar al miembro del Instituto en su terreno favorito, preguntándole qué influencia ejercía el viento norte sobre el cultivo de los albaricoques en el centro de Francia, y Truchelet, apoyado en la chimenea, se disponía á probar que el descenso más ó monos rápido de la temperatura polar, produciendo mayor ó menor calor en las corrientes submarinas, era causa de las buenas ó malas cosechas en el país más templado de Europa, cuando la señorita Guichard llamó á Bobart con un ademán y lo hizo acercarse á ella.

Herminia lanzó un gran suspiro y después dijo con voz firme: ¡Partamos! ¡Ah! ¡Qué dichoso soy! Herminia le dirigió una mirada que probaba que aquella exclamación de alegría recompensaba su esfuerzo. En este momento entró Roussel. Hijos míos, es preciso volver al salón. Os buscan por todas partes y ya he tenido que impedir á Bobart que viniera á interrumpiros ... ¿Estáis de acuerdo?

Lo procuraré ... Tenga usted cuidado ... alguien viene. Roussel volvió la cara hacia el césped y se volvió á dormir. El que llegaba era Bobart, con una escopeta al hombro. ¡Cómo! señor Bobart; ¿caza usted? dijo Herminia con volubilidad para distraer al abogado, que miraba con desconfianza al hombre echado al lado del foso. , señorita; me distraigo matando maricas.

Pero, ¿qué es lo que temes, mi amable amiga? ¡Todo! exclamó Clementina, como una explosión. ¡Me ha parecido reconocer á Mauricio bajo la blusa de ese miserable de hace un momento! ¡Á Mauricio! , á Mauricio. No era su cara; no era su voz; y sin embargo, un instinto me dice que era él. ¡Si yo lo supiese! Yo ... Y Clementina se puso lívida. Vas á ponerte mala, dijo melosamente Bobart.

En los momentos críticos, Bobart tenía la costumbre de desarmar á Clementina llamándola "bella prima." La lisonja hizo su efecto. Una sonrisa altanera crispó los labios de la señorita Guichard; lanzó un vigoroso suspiro que la libró de su opresión y dijo, mirando con altanería á su primo aterrado: ¿Crees que le temo? Ahora vamos á vernos los dos. Viene, sin duda, á pedir gracia, insinuó Bobart.

Leyó y, á medida que avanzaba en la lectura, su frente se contraía con sombrío descontento. Nada más vulgar que aquella carta, clásica declaración de un oficial de curia á una obrera florista, y firmada "Héctor," sin apellido. Pero no había duda posible; era del hijo de Bobart, del oficial de húsares, del comensal, un poco atrevido, del banquete de boda.

Claro está. ¿Crees que vamos á vivir como dos prisioneras? No nos ocultamos, porque no hemos hecho nada malo. Sin embargo, Herminia vió muy bien que se adoptaban todas las precauciones para que ella no pudiese tener comunicación alguna con el exterior. Por la tarde llegó el desagradable Bobart. Comió y enseguida se encerró con la señorita Guichard.

Tienes que escoger: ó Herminia es una farsante que tiene por cómplice al ejército francés representado por el hijo de Bobart, ó Clementina es una bribona que ha aprovechado una casualidad, si es que ella misma no la ha provocado, para ponerte ante los ojos una correspondencia que debía impulsarte á algún acto violento. Por mi parte, mi elección está hecha; acuso á Clementina.

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