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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Cree que soy toda tuya." Ardía en deseos de añadir: "Te abrazo y te amo," pero no se atrevió. Firmó con letra un poco alterada, porque el corazón le latía y le parecía que arriesgaba su vida en este momento. La señorita Guichard cerró el sobre y dijo: misma darás la carta para que la pongan en el correo al ir á esperar á Bobart. ¿El señor Bobart llega?

¡No se mueva usted! y responda, dijo Roussel. ¿Dónde está la señorita Guichard? ¡No ! señores, contestó Bobart gritando para llamar la atención sobre él. No comprendo vuestra insistencia.... Hable usted más bajo, dijo Mauricio, ó le llevo al salón inmediato y allí ... va usted á ver.

Irá usted á ver á su protegido y le pedirá, como un servicio de capital importancia, que, en el caso de que el señor Bobart salga de París, indique á usted la estación por donde ha partido.

Bobart, muy corrido, emprendió el camino del castillo, murmurando: "Y ahora, ¿qué voy á hacer? ¿Conviene despertar á la señorita Guichard? ¿Conviene esperar á mañana para darle la fatal noticia?

El señor Tournemine, muy felicitado por el precioso discurso que había pronunciado el día anterior en la alcaldía, acababa de llevar á su mujer, y faltaban los Chevalier, primos de Clementina por parte de madre, los Bobart y los Truchelet, cuyo jefe, Eduardo Truchelet, miembro del Instituto, es el gran profeta de las variaciones atmosféricas.

¿Hay fuego en el castillo? preguntó imperiosamente Clementina, que apareció en chambra y gorro de dormir. ¿Qué significa ese ruido, Bobart? ¡Ah! buena y querida amiga, balbuceó el abogado, ¡qué suceso! Pero ¿qué, qué ha sucedido? Habla, pues, en vez de gimotear! Pues bien ... ¡Tu sobrina ha partido! ¡Ha partido! exclamó la señorita Guichard. ¿Pero cómo? ¿Por dónde? Con su marido; por la puerta.

Pensara Roussel lo que quisiera, las cartas procedían efectivamente del hijo de Bobart; había, pues, existido un amorcillo entre Herminia y él, y este solo pensamiento le exasperaba. Y, no obstante, no podía imaginar siquiera a la Virgen del Bordado cambiando amores tiernos con aquel húsar.

Esta atroz circunstancia, que era la condenación de la tentativa de la señorita Guichard, no turbó á Bobart, que no vió en la confidencia de Clementina sino una dificultad más. No pensó ni un segundo en la dicha de aquellos jóvenes, en su porvenir, en todo lo que podían perder de esperanza, de paz y de alegría en aquel enredijo judicial. El abogado respondió con una risa espantosa. ¡Bah!

Rugieron los instrumentos, y las parejas, poniéndose en movimiento al mismo tiempo, emprendieron la primera figura del rigodón. Bobart, preocupado con el doble conciliábulo que acababa de verificarse en el saloncillo, primero entre Herminia y Mauricio y después entre Mauricio y Roussel, en lugar de entrar en el salón de baile, se aventuró por el jardín en seguimiento de Fortunato.

Roussel se volvió para observar si era espiado, y Bobart apenas tuvo tiempo por esconderse detrás de un árbol. Desde allí vió al tutor abrir la puerta y salir vivamente.

Palabra del Dia

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