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Actualizado: 7 de julio de 2025
Manejaban el género con absoluta indiferencia, cual si los sacos de monedas lo fueran de patatas, y las resmas de billetes, papel de estraza. A Jacinta le daba miedo ver aquello, y entraba siempre allí con cierto respeto parecido al que le inspiraba la iglesia, pues el temor de llevarse algún billete de cuatro mil reales pegado a la ropa le ponía nerviosa.
¿Y aún te atreves á hablar, vaca floja?... ¡Una mujer que sólo ha sabido darme hembras! Vergüenza debías tener. La misma mano que extraía negligentemente de un bolsillo los billetes hechos una bola, dándolos á capricho, sin reparar en cantidades, llevaba colgando de la muñeca un rebenque.
Ninguno de ellos faltaba: en la bolsa de la derecha había varias cartas abiertas, algunos papeles sueltos y un pequeño atadito de billetes de Banco; en la izquierda, un gran cartapacio, sellado con una corona real sobre lacre rojo. En el sobre decía: A SU ALTEZA REAL, EL DUQUE DE AOSTA, REY DE ESPA
Se depositaban á puñados los billetes de Banco, como si fuesen retazos de papel sin ningún valor; unos por los perros, otros por los hombres, mientras arriba, en las canteras, estallaban los barrenos y el rebaño miserable de los peones se encorvaba, con el pico en alto, ante las rojas trincheras. Las sopas de leche se servían en cubos continuó Aresti.
¿Quién? ¡Ah! Santa Cruz. No la he leído hasta esta mañana. Aquí se despide otra vez, dándome consejos y echándoselas de santo varón. Me manda dentro de la carta cuatro mil reales. Vamos... No se ha corrido que digamos. Quiero escribirle hoy mismo indicó ella animándose un poco . Escribirle, no... nada más que meter los dos billetes de dos mil reales dentro de un sobre y devolvérselos.
Pero no resistirá, yo se lo aseguro a usted; sé perfectamente cómo se hacen estas cosas: cuando se ha dado un paso en vago como el que ha dado esa mujer... cuando está ofendida la moral pública... Bien, bien; ¿quedamos convenidos? Sí, señor. Envíeme usted el fraile. Le enviaré al momento. Adiós. Servidor de usted, caballero. Salí dejando sobre la mesa del comisario algunos billetes de banco.
En efecto, si no la mitad, las dos terceras partes de los billetes van á China y los pocos que en Manila se quedan se venden con una prima de medio real fuerte. El digno señor tiene la conviccion de que algun día le ha de tocar el premio gordo y se enfurece al encontrarse delante de semejantes trapicheos. La cena entretanto tocaba á su fin.
Sólo acudían los jugadores rabiosos, después de haber pasado la noche en claro, deseando probar cuanto antes sus nuevas combinaciones, y las personas achacosas, con la esperanza de encontrar libre un buen asiento. La impaciencia hizo entrar á Lubimoff en el atrio, después de meterse disimuladamente en un bolsillo el fajo de billetes que le presentó Toledo.
Sí, señor, contestó sin el más leve asombro de vanidad Amparo; cuando leí lo que en aquellos papeles estaba impreso y vi que eran billetes de banco... dinero, adiviné que aquel dinero venía de usted. Y bien, ¿qué? Necesito saber con qué objeto se ha desprendido usted de esa cantidad. ¡Bah! ¡bah! ¿Con qué objeto?
Esto, con tal añadió el maestro que no estén ya casados con otras; sospecho que el marido de la bella Condesita recibe los billetes a la entrada, alza el telón, o despavila las luces, o hace alguna otra cosa de igual refinamiento y distinción.
Palabra del Dia
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