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Actualizado: 7 de julio de 2025
El hijo predilecto de la Iglesia besó con respeto la mano carnosa llena de sortijas de la prendera, y todo ruboroso balbució: Si usted me hiciese el favor de veinte duros... D.ª Rafaela sacó del portamonedas dos billetes de cincuenta pesetas y se los entregó. Después se despidió con muy cariñosas palabras.
Algunos días después, Mariano era el que llevaba noticias del hijo de D. José. «Ayer dijo estuvo D. Melchor hablando más de dos horas con Juan Bou. Ha inventado una rifa para los pobres. Está unido con otros señores, y de consiguiente, tiene autorización del Gobierno, como es debido. ¡Recontrapuño, qué negocito! Juan Bou hace los billetes y le dan parte. Si estoy enterado, hombre.
Pues no quiero hablar de los que viven de gorra, como muchitos a quienes yo conozco, que van a los teatros con billetes regalados, que viajan gratis, y hasta se ponen vestidos usados ya por otras personas... ¡Todo por aparentar!... Cuando veo a estos tales, me pongo yo muy hueca, porque no debo a nadie, y si lo debo lo pago; vivo de mi trabajo, y nadie tiene que ver con mis acciones, y lo primero que digo es que no engaño a nadie, que el que no me quiera así que me deje, ¿está usted?, porque de lo mío como... Celestina, vete a Levante y di que nos traigan café. ¿Quiere usted café?».
MARINO. Notable revelación estuvo. No hay más que verte, maestro, para conocer que no estás peligroso. PROCLO. Tienes razón que te sobra. MARINO. La fama ha difundido, por esta gran capital, que la honras con tu presencia y que recibirás en consulta a tres personas cada noche. Por medio del senador Marciano, a fin de que la casa no se te llene de gente, han sido repartidos los billetes de entrada.
No hemos encontrado billetes... A propósito, tenemos un palco, repuso Makaraig; Basilio no puede venir... vengan ustedes con nosotros. Tadeo no se hizo repetir la invitacion. El novato, temiendo molestar, con la timidez propia de todo indio provinciano, se escusó y no hubo medio de hacerle entrar.
En efecto, los frailes, á su cabeza el P. Salví y algunos seglares capitaneados por don Custodio se habían opuesto á semejantes representaciones. El P. Camorra que no podía asistir encandilaba los ojos y se le hacía agua la boca, pero disputaba con Ben Zayb que se defendía débilmente pensando en los billetes gratis que le enviaría la empresa.
El señor Botella necesitaba oro con un fin económico o con un fin científico , y en vez de ponerse a hacer literatura, a hacer sillas o a hacer chaquetas, se ha puesto directamente a hacer oro. Tome ejemplo el lector español, y si no puede hacer oro, trate, por lo menos, de hacer billetes. Por mi parte, yo me alegraría mucho de que el descubrimiento del Sr. Botella fuese realmente eficaz.
Ya no llegaba a él de puntillas; palpando en la sombra; ahora lo abría a raíz de la cosecha y sus manos se perdían con temblores de felicidad en los fajos de billetes entregados por su suegro a cambio de las naranjas, y pensaba con fruición en lo que este guardaba en los Bancos y algún día vendría a su poder.
El de más allá, aquel de mirada fosca y bigotes descuidados, es el empleado que pasa por ser el más digno porque tiene el valor de hablar mal contra el negocio de los billetes de lotería, llevado á cabo entre Quiroga y una alta dama de la sociedad manilense.
Entonces se decidió prontamente, y con agilidad digna de un muchacho de veinte años, saltó a la vía y rompió a correr hacia la fonda. No es para perdida cartera como aquella, repleta de dinero en sus formas más variadas y seductoras: oro, plata, billetes de Banco, letras. Se precipitaba.
Palabra del Dia
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