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Al tentarse, su persona sonaba á porcelana. Hasta la ropa era dura, y nada diferente del cuerpo. Cuando, solo ya con su mujercita, la estrechó entre sus brazos, no experimentó sensación alguna de placer divino ni humano, sino el choque áspero de dos cuerpos duros y fríos. Besóla en las mejillas, y las encontró heladas. En vano su espíritu, sediento de goces, llamaba con furor á la naturaleza.

Levantose doña Guiomar como manifestando con la acción añadida a la palabra que el familiar sería muy discreto si se iba cuanto antes, y el pobre hombre, mirando con ansia y todo aturdido a doña Guiomar, besola las manos y fuese, llegando hasta la puerta de espaldas, por no volverlas a doña Guiomar, no se sabe si por verla algún tiempo más, o por respeto.

-No era sino rubión -respondió Sancho. -Pues yo te aseguro -dijo don Quijote- que, ahechado por sus manos, hizo pan candeal, sin duda alguna. Pero pasa adelante: cuando le diste mi carta, ¿besóla? ¿Púsosela sobre la cabeza? ¿Hizo alguna ceremonia digna de tal carta, o qué hizo?

En resumen: a él, que por haber estudiado para clérigo, y haber hecho voto de castidad, aunque no había entrado en Orden, le habían parecido todas las mujeres, menos la Virgen María y la madre que le había parido, artificios del diablo para perder a los hombres, entrole de súbito una tal ansia amorosa y una tal sed de hermosura, que no se conoció a propio; y el diablo se le metió en el cuerpo, y pensó que si todas las brujas eran como aquella, vendríase a gobernar el mundo por ellas; y en vez de hablar recio y seco y altisonante e imperativo a aquella divinidad, besola rendidamente las manos y se declaró muy su servidor, y aun criado.

Batíale el corazón a nuestro mancebo, y no sabía si paraíso de su ventura era aquel a cuya puerta se encontraba, o triste lugar donde del vuelo de sus amorosas ilusiones cayese en el negro abismo de un mortal desengaño; y como la blanca estera de palma, ricamente labrada y matizada con vivos y bien contrapuestos colores, le convidase a llegar sin ruido adonde ella estaba, llegose hasta tocarla casi, y viola, copiada por el espejo, con la mirada absorta, y triste y melancólica, y tan pensativa de amor, y de un tal amor y tan del alma, y tan encendido, que él no pudo dudar de que a efectos de la poco antes pasada música nacían aquellas imaginaciones amorosas que en los lucientes ojos de doña Guiomar tan al vivo se representaban, y pareciéndole a Miguel, o más bien sintiendo que no una criatura mortal y perecedera contemplaba, cuya beldad había de perderse en la edad o en la muerte, sino una divinidad inmortal, trasunto de todas las bellezas que el alma puede fingir en lo no conocido, aunque esperado, ardiósele el alma, desmayósele el cuerpo, y como quien adora arrodillose, y sin ser poderoso a otra cosa, convidándole la una mano de doña Guiomar, asiola como se dijo y besola, siendo este el principio de lo que ya se ha relatado, hasta el punto en que nuestro Miguel escribió la carta que Florela encontró en el aposento, donde no a reposar, sino a que soñase locuras por su venturoso amor, le había llevado.

Y preguntándole ella a qué era ido a su casa tan a deshora y con tal estrépito de aldabadas, y tal y tan pavoroso acompañamiento de alguaciles, él, oyendo su voz, que era meliflua y clara y sonora, figurósele que se había bajado del cielo a la tierra un ángel, y disculpose, y disculpó a la Inquisición, diciendo que de puerta se había engañado, y que no era allí donde él iba, sino a casa de un cierto rapista que en la vecindad vivía, y que el diablo sin duda, por amparar al susodicho, había hecho que él y sus alguaciles creyesen barbería la que era noble casa de viejo solar; y rogándola encarecidamente le perdonase, besola las manos y pidiola licencia para irse.

Fuera ya de la estancia enjugóse precipitadamente las lágrimas para no asustar a Monina, y sentando a esta en sus rodillas, púsose a explicarle muy bajo y con gran vehemencia algo que debía de ser importante... Escuchábala la niña con los ojos muy abiertos, con ese aire de atención profunda que revela a veces en los niños un instinto superior a sus años para adivinar lo peligroso o lo terrible; cuando cesó de hablar su abuela, dijo que con la cabeza... Besóla esta en la frente con amor inmenso y volvió a repetirle con gran cuidado lo que antes le había dicho, recalcando mucho algunas frases; Monina, sin decir palabra, volvió a decir que con la cabeza.