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También se enteró por separado de ciertas costumbres poco correctas del señor Ramón, marido de la propia Felisa, cuando regresaba al hogar por la noche con algunos vasos de vino en el cuerpo. Fuera de estas ocasiones era un bendito, un pedazo de pan candeal, incapaz de levantar la mano á nadie, ni siquiera de aplastar una mosca.

-No era sino rubión -respondió Sancho. -Pues yo te aseguro -dijo don Quijote- que, ahechado por sus manos, hizo pan candeal, sin duda alguna. Pero pasa adelante: cuando le diste mi carta, ¿besóla? ¿Púsosela sobre la cabeza? ¿Hizo alguna ceremonia digna de tal carta, o qué hizo?

Pero por ver si un alto pensamiento Se puede prometer feliz suceso, Seguí el viage á paso tardo y lento. Un candeal con ocho mis de queso Fue en mis alforjas mi reposteria, Util al que camina, y leve peso. A dios dixe á la humilde choza mia, A dios, Madrid, á dios tu, prado, y fuentes Que manan nectar, llueven ambrosía.

Estando en esto, llegó acaso a la venta un castrador de puercos; y, así como llegó, sonó su silbato de cañas cuatro o cinco veces, con lo cual acabó de confirmar don Quijote que estaba en algún famoso castillo, y que le servían con música, y que el abadejo eran truchas; el pan, candeal; y las rameras, damas; y el ventero, castellano del castillo, y con esto daba por bien empleada su determinación y salida.

MIGAS DE CARLOS IV. En una Revista leemos cómo preparaba Godoy las migas a lo Carlos IV. De una hogaza de pan candeal se cortan migas del tamaño de garbanzos, se humedecen con leche, se les pone sal y se envuelven en un paño.

Pero el mío muele rico trigo candeal y produce harina blanca superior... Vamos a ver, ¿no es una satisfacción observar cómo esos dos hombres se han conocido perfectamente? ¿No es puro y legítimo el deseo de que la luz penetre en los espíritus?

A buen seguro que la hallaste ensartando perlas, o bordando alguna empresa con oro de cañutillo para este su cautivo caballero. -No la hallé -respondió Sancho- sino ahechando dos hanegas de trigo en un corral de su casa. -Pues haz cuenta -dijo don Quijote- que los granos de aquel trigo eran granos de perlas, tocados de sus manos. Y si miraste, amigo, el trigo ¿era candeal, o trechel?