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Actualizado: 27 de julio de 2025
¡Una vuelta! ¡vive Dios exclamó don Bernardino , que este hidalgo debe de ser de Andalucía! Una vuelta de cintarazos añadió el alférez. Pues á verlo exclamó don Bernardino avanzando ciego de furor hacia Juan Montiño. Al primer testarazo de éste y decimos testarazo, porque no encontramos otra frase mejor , la linterna de don Bernardino cayó al suelo, se rompió y se apagó.
Conocida por el caballero la misión que tenía el Alcalde, negóse desde luego á darse á prisión muy resueltamente, trabándose vivo diálogo entre unos y otros, al cual quiso poner término la autoridad, haciendo que los corchetes se avanzasen á don Bernardino y lo redujeran á prisión por la fuerza.
Esto de aguantar la mecha, no le sabía a mieles, sin duda, al alicaído corredor; pensaba que si don Bernardino había venido a la Bolsa, era porque ni estaba quebrado, ni temía hacer frente a los díceres malévolos del vulgo, y si esto era así, como parecía, felizmente, no sería él tan simple de no largarle lo que tenía en la punta de la lengua. Y así lo hizo, sin ceremonia.
Habia marchado dias antes al pueblo de Challapata Fray Bernardino Gallegos, del Orden de San Francisco, con el pretesto de libertar algunos soldados que llevó D. Manuel de la Bodega, los que se hallaban escondidos en casa del cura; pero su verdadero designio fué el de convocar á los indios para aquel dia.
Eran ya bien las ocho de la noche. La joven estaba triste, porque Juan Montiño se había separado de ella para acudir á un lance desagradable y acaso peligroso. ¿Qué necesidad tenía yo dijo de haberle llevado al teatro? Ninguna. Ha visto á Mari Díaz y ha tropezado con don Bernardino. Bien empleado me está. He querido lucirle. Vamos: si sucede algo malo á Juan, no sabré de qué manera castigarme.
Lo que ha dicho este hidalgo es la verdad. ¡Oh! yo sé siempre lo que me digo contestó con fatuidad don Bernardino, atusándose el bigote izquierdo. Menos cuando no dijo la comedianta. Mejor será que callemos, prenda, que os estará bien. En mal hora se metió don Bernardino con la comedianta. Esta, que quería tener un motivo sólido de entablar conocimiento con Juan Montiño, forzó la situación.
Naturalmente, una levita bien cortada impone siempre respeto, y cuando se sabe que el que tan airosamente la lleva es dispensador de beneficios, veneración profunda: todos se inclinaban ante don Bernardino Esteven.
D. José Bagué. D. Juan Antonio Hernandez. Tenientes. D. Francisco Macedo. D. Felipe Galves. Alfereces. D. Gerónimo Gonzalez. D. Domingo Lorenzo. Ayudante. D. Bernardino Galves. Capellán. El presentado, Fray Juan Simon Rodriguez, del órden militar. Todos los expresados, á excepcion del capellan, son vecinos de la jurisdiccion de la Villa de Nuestra Señora de Lujan.
No, no le conocían bien: don Bernardino era un truchimán de primo cartello, y ya tendría a buen recaudo todos sus valores, para tomar las de Villadiego el mejor día; después, échenle ustedes un galgo. Que la familia se iba al Frigal, y salían las propiedades a remate... ¡farsa! ¡ojalá pudiera ella registrarles los baúles!
¿Por quién habéis pegado á don Bernardino? dijo Dorotea ; ¿por mí ó por Mari Díaz?... estamos solos, Juan, y quiero que me digáis la verdad... cuando yo salía, la Mari Díaz os citaba. He pegado á ese hombre, por él mismo; y en cuanto á esa mujer, no tenéis motivos para enojaros conmigo. ¿Y qué pensáis hacer? ¿Que he de hacer más que matar á ese hombre, y dejar ir por su camino á esa mujer?
Palabra del Dia
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