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Actualizado: 27 de julio de 2025
Los tres se burlaban de don Bernardino. Y entre burlas y risas se encontraron en la Cava Baja de San Miguel, delante de una puerta. Ante todo, señores, nadie paga más que yo dijo Montiño. Concedido dijo el alférez. Muy bien añadió Velludo , pero á condición que yo he de pagar otra vez. Bueno; pero esta noche, esta noche es mía. Enhorabuena. Y acercándose el alférez á la puerta, llamó.
¡Oh y cuánto me habéis hecho padecer! ¡Cuánto me habéis hecho llorar, señor mío! le dijo con toda la ardiente expresión de su alma ; venid, venid que os vea; ya sé, ya sé que no os han herido... pero vuestro lance con don Bernardino... ¡No haber vos venido anoche! ¡Y luego como yo no sé dónde vivís!... Vivo en palacio dijo con turbación don Juan.
Naturalmente, entre el bobalicón de Pablo Aquiles y ella se estableció, desde el primer día, una corriente de simpatía, que favorecieron Casilda y Gregoria, y más que todos Bernardino, como hombre sagaz que busca afianzar su prestigio.
Detrás de los dos iba Don Bernardino. Esas noticias eran que vos, á consecuencia de la herida de don Rodrigo, estábais desesperada y no representábais. Ya veis que no. Ya lo veo. Y os anuncio que al salir os van á vitorear con frenesí. El público está enamorado de vos. Pues no se conoce, porque me paga poco. Eso consiste en que Gutiérrez es un judío. Tiene en vos una mina de oro.
Pasó dos días don Bernardino en cama, quejándose de dolores en los riñones, en la nuca y sobre todo en la cabeza; decía que por allí dentro le andaba una docena de demonios, dándole patadas en los sesos y martillazos en las sienes.
Uno de éstos es el lago Ipacaraí sobre el cual está situada la pintoresca villa de San Bernardino, a dos horas en tren y vapor de Asunción. En San Bernardino se encuentran el mejor hotel del Paraguay y muchas hermosas quintas. La región que hoy se conoce con el nombre de república del Paraguay fué descubierta por el célebre explorador Sebastián Cabot.
Don Bernardino guardó silencio. Pasó así algún tiempo. Mari Díaz seguía arrojando sobre Juan Montiño mirada tras de mirada, sonrisa tras de sonrisa, á vuelta de algunas frases de elogio á la Dorotea. Juan Montiño contestaba con otra frase, pero era tan económico y tan liso en sus contestaciones, que Mari Díaz se impacientaba.
Repasaba, pues, al piano Susana la sonata de Beethoven, en el saloncito de música, y pensaba en su empresa y en su primo. ¿Eran las tres, las cuatro, las cinco? No lo sabía; debía ser tarde, porque después del almuerzo, se puso a copiar unos documentos de don Bernardino con su letra clara y redonda, y esto le tomó mucho tiempo.
Román Montero. Antonio de Nanclares. D. Tomás Ossorio. Sebastián de Olivares. Luis de Oviedo. Alonso de Osuna. Marco Antonio Ortiz. D. Francisco Polo. Dr. Martín Pegión y Queralt. Tomás Manuel de la Paz. José de Rivera. Jusepe Rojo. José Ruiz. El maestre Roa. Maestro Fr. Diego de Rivera. Bernardino Rodríguez. Felipe Sicardo. Bartolomé de Salazar y Luna. Vicente Suárez. Fernando de la Torre.
Pero, ante todo, Bernardino era prudente. No creyó deber abandonar su trabajo, sino que, por el contrario, acudió a sus quehaceres con más asiduidad, si cabe, que antes.
Palabra del Dia
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