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Actualizado: 27 de julio de 2025


¿Y por qué hemos de callar? veamos: ¿qué tenéis vos que echarme en cara, como no sea el no hacer caso de vos, por impertinente? Si como sois de desvergonzada, fuérais de hermosa y discreta, seríais un prodigio. Como vos, si no fuérais grosero y mal nacido. ¡Vive Dios, doña perdida exclamó don Bernardino todo fuera de , que me la habéis de pagar!

; le he llevado por mi desdicha al teatro; allí ha tropezado con ese impertinente de don Bernardino de Cáceres, que le ha provocado; que le ha metido en un lance. ¡Bah! pues don Bernardino no le matará exclamó con gran confianza el tío Manolillo. ¿Y decís que irá al alcázar Juan? De seguro. ¡Oh! ¿y podéis ponerme en sitio desde donde le vea?... añadió con ansiedad la joven.

¿Hace mucho tiempo que conocéis á mi amiga? dijo la comedianta entablando ya decididamente una conversación. Es un conocimiento nuevo dijo don Bernardino, que tenía el vicio de introducirse en todas las conversaciones, por más que nada le importasen. Este caballero dijo secamente Juan Montiño , se ha tomado el trabajo de responder por . Pero es que yo os he preguntado á vos.

De la palmada que aplicó al gorro, se lo hundió hasta los ojos. Pero, Bernardino, esto no es posible, ¿qué va a ser de nosotros? exclamó la señora sintiendo venir las lágrimas. ¿Qué? refugiarse en el Frigal y allí estarse hasta que el temporal amainara; ya vendrían tiempos mejores.

Pero, enfermo o no, la verdad es que no llegó a visitarle médico, don Bernardino no quiso recibir a nadie y así se dió la consigna terminante: era una casa aquella en que a cada minuto estaba alguno colgado de la campanilla, y los visitantes no faltaron en estos dos días, pero nadie logró ver al conspicuo personaje de la situación.

El manuscrito de D. Diego Ignacio de Góngora que hace mención de este suceso, dice, refiriéndose á los incidentes ocurridos con el cadáver del desgraciado D. Bernardino: «El Alcalde quiso traer á Sevilla el cuerpo de aquel malaventurado caballero; los religiosos del convento de Descalzos franciscos, y otros de la Orden Tercera se interpusieron para que quedase allí.

Mari Díaz estaba temblando ó haciendo que temblaba junto á él. Don Bernardino, empolvado por el tablado, que no estaba muy limpio, se había levantado trémulo de cólera, había desenvainado la espada, y se había ido hacia Juan Montiño. El alférez y sus acompañantes se interpusieron. Dejad que mate á ese hombre que me ha afrentado dijo don Bernardino.

No, pues esos no son los mosqueteros dijo un poeta ; ó si lo son, es mosquetero todo el público. ¿Qué sabéis vos? repuso Mari Díaz ; hay tardes en que están de humor, y en sonando una palmada, allá se van todos detrás, como borregos. Pues yo voy á ver qué maravillas está haciendo Dorotea dijo don Bernardino de Cáceres.

El día 23 de Junio de 1644, el alcalde don Leonardo Henriquez, de quien ya me he ocupado, sabiendo que don Bernardino se encontraba en el inmediato pueblo de Castilleja, se dirigió á este punto con algunos alguaciles para cumplir la orden de prisión, encontrando al reo muy sosegado en su casa comiendo con su mujer y bien ajeno del peligro que le amenazaba.

No tardó en llegar á la casa del cliente, la cual era un principal muy bueno, amueblado con mucho lujo y elegancia, con vistas á San Bernardino.

Palabra del Dia

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