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Cuando vuelvo la vista y observo desde lo alto de la montaña la luz que brilla en el interior del cuarto de mis hijas, bendigo y doy gracias a la Providencia por haberme concedido este nido, casi oculto a la vista de todo el mundo, para dar calor y vida a los hijos de mi alma.

¡Por las ánimas benditas! dijo la moza ; témplese vuecencia y mire por , ya que no mire por , y no promueva aquí un alboroto ridículo y se convierta en la fábula del lugar y sea la comidilla de todos los maldicientes. Nada me importan los maldicientes si me bendices como yo te bendigo. Bendita seas mil y mil veces, y bendita sea la madre que te parió.

Por mi parte, á despecho de los que vierten tantos improperios contra el materialismo y la indiferencia del presente siglo, admiro y bendigo en él la creacion venturosa de la alianza entre el cosmopolitismo humano y la personalidad de los pueblos, y entre esta y la del individuo.

¡Pasion desdichada! ¡Cuántas mujeres se arruinan buscando fealdad en el ridículo, mientras que el cielo las da gratis la belleza de la sencillez! ¡Yo siento esta evidencia en medio de este foco deslumbrador, y bendigo al genio providente que hace del tiempo un vaso indestructible, en donde deposita la emanacion divina de su verdad! Salimos del teatro á las doce y media.

Es un milagro del Cielo el que la ha conservado a usted, y ahora que ya conozco a usted bendigo desde el fondo de mi corazón los decretos de la Providencia. Le doy las gracias, don Diego, y le reconozco a usted en ese lenguaje noble y religioso. Es usted demasiado buen cristiano para rebelarse contra un milagro. Pero, ¿no siente usted ningún disgusto?

D. Teodoro, toda mi vida le bendeciré a usted por el bien que me hace, y más le bendigo a usted por mis hijos que por , pues los pobrecitos no tendrán que comer si yo no tengo ojos con que ver!... ¡Ay, D. Teodoro de mi alma... cúreme pronto para que pueda ponerme a trabajar, pues si esto dura, adiós familia!... Estamos en un atraso horrible a causa de mi enfermedad.

Soñando con ella, sueño que me divide la garganta como Judith al capitán de los asirios, que me atraviesa las sienes con un clavo, como Jael a Sisara; pero a su lado, me parece la esposa del Cantar de los Cantares, y la llamo con voz interior, y la bendigo, y la juzgo fuente sellada, huerto cerrado, flor del valle, lirio de los campos, paloma mía y hermana.

JARIFA. Yo, famoso don Rodrigo, Como a quien de tu valor Cupo la parte mayor, Tu nombre alabo y bendigo; Y así, vengo a ser tu esclava. NARV. Mi señora seréis vos. Cuán justamente a los dos El cielo a amar inclinaba, Que sois en estremo iguales. Y estad vos, Jarifa hermosa, De Abindarráez quejosa, Que dice de vos mil males.

Y no quejándome yo ni de la naturaleza, ni del orden social tal como los hombres han ido disponiéndole, muchísimo menos puedo quejarme de la divina providencia, que acato, adoro y bendigo. Apenas hay objeto que no vea yo de color de rosa, y siempre que se ennegrece, me culpo a y a nadie culpo.

-En decir que maldecía mi fortuna dijiste mal -dijo don Quijote-, porque antes la bendigo y bendeciré todos los días de mi vida, por haberme hecho digno de merecer amar tan alta señora como Dulcinea del Toboso. -Tan alta es -respondió Sancho-, que a buena fe que me lleva a más de un coto.