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Actualizado: 8 de julio de 2025
Más allá fué donde perdieron su traza y un poco más lejos, cerca de la orilla, descubrieron algo como color de sangre... Y ¡precisamente! hoy hace trece años, día por día, que esto ha sucedido. ¿De manera que su cadáver?... preguntó Ben Zayb. Se vino á reunir con el de su padre, contestó el P. Sibyla; ¿no era tambien otro filibustero, P. Salví?
Saludó distraidamente á dos jesuitas, sus antiguos profesores; apenas se fijó en un tandem que conducía un americano y excitaba las envidias de algunos elegantes que guiaban sus calesas; cerca del monumento de Anda oyó que Ben Zayb hablaba con otro de Simoun, que en la noche anterior se había puesto súbitamente enfermo; Simoun se negaba á recibir á nadie, á los mismos ayudantes del General.
Don Custodio le hablaba de moralidad, de religion, buenas costumbres, etc. Pero, balbuceaba el escritor, si nuestros sainetes con sus juegos de palabras y frases de doble sentido... ¡Pero al menos están en castellano! le interrumpía gritando el virtuoso concejal, encendido en santa ira; ¡¡¡obscenidades en francés, hombre, Ben Zayb, por Dios, en francés!!! ¡Eso, jamás!
A los de 1118 se dió un asalto; pero lo que decidió de la conquista fué la célebre batalla de Cutanda en la que murió Abu-Bekir ben Alari, y perecieron 20,000 moros , con cuyo motivo Zaragoza le abrió sus puertas en 18 de Diciembre de 1118 según nuestros historiadores, ó de 1115 como opina Blancas , aunque los árabes pretenden que esta batalla fué posterior á la conquista de Zaragoza.
Temeroso ben Hamud de su influencia, le alejó de sí apenas hubo tomado posesion del trono, le incitó á la rebelion, salió contra él, y no sintió temblar su espada al ir á sumergirla en el pecho de su antiguo aliado.
¡Qué moza, qué moza! murmuraba el P. Camorra arrebatado. Vamos, Padre, ¡pellízquese el vientre y déjenos en paz! decía mal humorado Ben Zayb. ¡Qué moza, qué moza! repetía; y tiene por novio á mi estudiante, ¡el de los empujones! ¡Fortuna tiene que no sea de mi pueblo! añadió despues volviendo varias veces la cabeza para seguirla con la mirada.
En eso opino como la señora, dijo su vecina, ¿para qué darles zapatos si han nacido sin ellos? ¿Y para qué camisa? ¿Y para qué pantalones? ¡Figúrese usted lo que ganariamos con un ejército en cueros! concluyó el que defendía á los soldados. En otro grupo la discusion era más acalorada. Ben Zayb hablaba y peroraba, el P. Camorra como siempre le interrumpía á cada instante.
Al aproximarse el cortejo nupcial una aclamación cordial se elevó en el patio de la taberna, y Ben Winthrop, cuyas bromas habían conservado su sabor agradable, opinó que era conveniente entrar para recibir las felicitaciones. No sentía la necesidad de entrar a descansar un momento en las Canteras, como le habían propuesto, antes de reunirse a los invitados.
Aquella noche los guardias de las puertas de la ciudad fueron sustituidos por artilleros peninsulares y al día siguiente, á los primeros rayos del sol, Ben Zayb que se aventuró á dar un paseo matinal para ver el estado de las murallas, encontró en el glacis, cerca de la Luneta, el cadáver de una jovencita india, medio desnuda y abandonada.
¿Y qué me hago con la voz? ¡Pues, como formas, la alta! ¡Psh! dice Ben Zayb, ninguna vale un comino, ninguna es artista. Ben Zayb es el crítico de «El Grito de la Integridad» y su aire desdeñoso le da mucha importancia á los ojos de los que se contentan con tan poco. ¡Ni la Serpolette tiene voz, ni la Germaine tiene gracia, ni eso es música ni es arte ni es nada! termina con marcado desden.
Palabra del Dia
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