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Actualizado: 13 de junio de 2025
Y apretaba sus labios; se le encendían de pronto, como de un vuelco de la sangre las mejillas; enrollaba nerviosamente en el dedo índice de la mano izquierda un finísimo pañuelo de batista y encaje.
¿Qué es eso? ¿No te gusta la cuchara?... Pues, hija, come con ella, que también cómo yo y soy tan buena como tú... ¡Qué te creías, bobalicona! ¿Pensabas que porque te ponían el sombrerito y la camisa de batista eras una señorita... Las señoritas no vienen metidas en un cesto entre trapos sucios...
No se veían sino dijes y prendas graciosas abandonadas sobre sillas y mesas; sombrillas largas, de seda, muy recamadas de cordoncillo de oro; cabás y estuches de labor, ya de cuero de Rusia, ya de paja con moños y borlas de estambre; aquí un chal de encaje, allí un pañuelo de batista; acá un ramo de flores que agoniza exhalando su esencia más deliciosa; acullá un velito de moteado tul, y encima las horquillas que sirven para prenderle.... El grupo de españolas, capitaneado por Lola Amézaga, que era muy resuelta, tenía cierta independencia e intimidad, bien distinta de la reserva secatona de las inglesas: y aún entre ambos bandos se advertía disimulada hostilidad y recíproco desdén.
¡Qué ajena estará María de que yo estiro ahora sus sábanas! exclamó Ricardo soltando una carcajada. Pues sí que lo son. A mamá y a ella les gustan muy finas y se las hacen de batista. A papá y a mí nos gustan más gruesas. Yo no puedo soportar las sábanas finas...; me deslizo dentro de ellas y no encuentro sitio.
Era un pañuelo de la dama, el mismo que llevaba en la mano, oloroso y diminuto rectángulo de batista y blondas, metido en una sortija de brillantes que regalaba al torero a cambio de su brindis.
Se interrumpió, se puso muy encarnada y permaneció delante de Mauricio, asombrada é inquieta por haber hablado tanto. El joven la miraba con un placer manifiesto. Herminia estaba vestida con un traje de batista muy clara y en el terraplén, sobre un fondo de follaje, coronado de racimos, su silueta se dibujaba de un modo encantador para un artista.
Levantose bruscamente y sin decir nada cogió a Marta entre sus brazos con la misma facilidad que si fuese una cervatilla, y dando un prodigioso salto cayó de bruces sobre la peña vecina, lastimándose un poco en una mano. Marta quedó ilesa y contempló la herida del joven; después, sacando su fino pañuelo de batista, lo ató silenciosamente sobre ella y echó a andar con paso rápido.
Antonia paseábase ya por el jardín sin otro abrigo que un sencillo peinador de batista. Su salud robusta permitiale hacer muchas cosas que a Magdalena le estaban vedadas en absoluto. La hija de Avrigny, bien arropada en su lecho, tenía que pedir que le acercasen las flores; en cambio Antonia corría a buscarlas con la ligereza de un pájaro, sin miedo a la brisa matutina y al relente de la noche.
El día 3 de marzo, a las ocho de la mañana, despertose espontáncamente L'Ambert, sonrió satisfecho a los primeros rayos del sol que penetraron alegres por su entreabierta ventana, tomó el pañuelo de debajo de la almohada, y se lo llevó a la nariz a fin de esclarecer sus ideas. Pero el pañuelo de batista sólo encontró el vacío: la nariz ya no existía.
Tomando a Lucía y a Artegui por recién casados, se puso lisonjera, insinuante, pesadísima, y se empeñó en enseñarles un equipo completo, barato, de lo más distinguido; echó sobre el mostrador brazadas de prendas, una marea de randas, de bordados, de cintas y de batista.
Palabra del Dia
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